Semana ‘horribilis’

¿Qué demonios ocurre? Cuatro puntos a la basura en cuatro días. Ilusiones rotas. Miopía transitoria que ha desterrado la euforia hasta mejor ocasión. Úlcera repentina para una afición que parece condenada a tener una alegría con la fecha de caducidad a la vuelta de la esquina. Semana horribilis sin venir a cuento. No encuentro explicación razonable para trasladársela a ustedes. Imagino la euforia que a estas horas se seguirá viviendo en toda la isla de Gran Canaria. Sin necesidad de desplegar su mejor fútbol, la estética tropa de Setién arañó al Madrid de los récords un empate lleno de lecturas. Y casi ninguna buena para el equipo de Zidane. Si tienes un arsenal ofensivo digno de una Selección All Star (Bale, Cristiano, Morata, Benzema…) no puede ser que te dejes casi toda la ventaja que habías amasado en un arranque liguero espléndido a costa de dos igualadas desguionizadas. Si en defensa te despistas más que un pingüino en mitad de la Plaza Mayor, de qué te vale tener una delantera tan lujosa. Excusas pobres para un equipazo que hasta hace una semana enamoraba por su juego fluido, su mente abierta y su felizidane existencial…

Dilema Cristiano. Lo que les voy a contar es para mí muy duro. Jamás hubiera querido dejarlo escrito. Vi el partido del Estadio Gran Canaria en la coqueta sede social de la Peña Madridista de Herencia (Ciudad Real). Mis paisanos son vikingos de pura cepa (ahora estamos en plena Vendimia) y son los primeros en alentar al equipo cuando van mal dadas. En La Mancha somos así. Arropamos cuando hace frío. No nos gusta hacer leña del árbol caído. Pero el partido de Cristiano se convirtió en un calvario. Todos los presentes somos fans innegociables del portugués, del próximo Balón de Oro. Pero nos duele verle mal, lento, llegando tarde a las disputas, espeso en la ejecución, sin velocidad punta… Es como ver a tu hijo sacando malas notas. Te gustaría acercarte y decirle que si sigue así va a tirar todo por la borda, que debe cambiar o acabará dando un disgusto a la familia. Pero no sabes cómo decírselo para no soliviantarle. Cuando llegó el minuto 72, Zidane ejerció de padre modélico. Lo suplió porque era lo más justo. Bale y Morata habían sido mejores y el marsellés pretendió ser coherente, no el dueño del karaoke en el que siempre cantan los mismos. Los peñistas irrumpieron en un aplauso espontáneo. Nuestro héroe se iba al banquillo. Pero era lo mejor para el EQUIPO. Cuando vimos el enfado de Cristiano nos dolió mucho una cosa. Entiendo que el crack se irritase al ver la tablilla que le enviaba a la banda. Un ganador debe ser ambicioso y enfadarse cuando le quitan. De hecho, García Coll (el delegado de guardia por la sanción de Chendo) intentó tranquilizarle. Pero su mala cara, no mirar a Zidane cuando le tiende amistosamente la mano, enrabietarse en el banquillo como ya hizo Isco allí mismo hace un año… No Cris. Ya paso por alto que no celebrases el 1-2 de Benzema por haber fallado tú el mano a mano con un espléndido Javi Varas. Pero enfadarte como si eso fuese más importante que la suerte que iba a correr tu equipo es duro de asumir. Sé que te vas a levantar y rectificarás. Porque eres el mejor jugador de la Tierra y me consta que tu gestualidad traiciona a la buena persona que hay detrás de ella. Y eso te obliga todavía más a comportarte como el número uno que eres. Regañarte no es una traición. Quererte es decirte lo que no quieres oír. Así crecerás a partir de ahora. Y nadie te toserá. Adelante máquina.