La manopla del portero

Los porteros usan guantes hoy en día incluso en verano. Antaño salían a mano desnuda, y acaso en las tardes de lluvia se calzaban unos guantes de los que se vendían para vestir.

Aquellas manos a pura piel se rozaban con el suelo en los campos de tierra (el césped artificial llegaría mucho después) y también en los de hierba, en cuyas porterías solía formarse un cerco de arena infértil (nunca supe bien por qué). En ambos casos, los porteros podían sufrir llagas en las palmas, por el efecto de amortiguar con ellas la caída tras el vuelo hacia la escuadra.

A diferencia de todo aquello, los modernos guantes de ahora están dotados incluso de protecciones en los dedos para dificultar fracturas y torceduras.

Muchos comentaristas han dado en la flor de llamar “manoplas” a estas manos postizas de los cancerberos. Pero la manopla es, según el diccionario y conforme a lo que cada uno de los hablantes viene entendiendo así de toda la vida, una “prenda para cubrir la mano sin separaciones para los dedos, o con una sola para el pulgar”.

Las protecciones de los porteros no reúnen por tanto los requisitos que permitirían llamarlas “manoplas”, pues sus dedos están separados tal y como corresponde a la definición académica de “guante”: “Prenda para cubrir la mano que se hace, por lo común, de piel, tela o tejido de punto, y tiene una funda para cada dedo”.

La definición no repara en que ya se usan guantes de plástico (para coger la fruta en el supermercado…) o de látex (para lavar, para el quirófano...) pero al formularse con ese “por lo común” deja en el ámbito de lo posible otras opciones menos comunes. Ahora bien, sí declara con precisión que el diseño del guante otorga a cada dedo su correspondiente funda.

Así pues, los comentaristas que dicen “¡qué manopla ha sacado De Gea!” y expresiones parecidas están usando una palabra inadecuada. Podrían anunciar, en su lugar, “¡menudo guante de Courtois!”, pongamos por caso.

El Diccionario, eso sí, recoge que en el lenguaje coloquial de Álava “manopla” equivale a “mano grande” (“¡vaya manopla que tiene ése!”). Por tanto, la palabra resultaría irreprochable como jerga local en las crónicas sobre el Alavés, siempre que el redactor reflejase así que el portero goza de una mano gigantesca. El resto de los periodistas cae en un equívoco al que convendría echar el guante.