El positivo ejemplo de Kaepernick

La sociedad occidental tiene a los atletas profesionales en una cima jerárquica que les convierte en gente especial cuya palabra es seguida por millones de personas. Si eso es justo, o saludable, es un debate ajeno al hecho incuestionable de la importancia que tienen sus opiniones. Son poderosas. La mayoría de las veces no usan este poder para nada. Es muy entendible, porque lo que van a obtener si se posicionan en asuntos polémicos suele ser perjudicial para ellos mismos. Célebre es la respuesta de Michael Jordan a la pregunta de por qué no mostraba sus ideas políticas al respecto de tal o cual asunto: “Porque los republicanos también compran zapatillas de deporte”.

Pero Colin Kaepernick ha hecho saltar por los aires toda precaución al respecto y, con ello, ha demostrado que la capacidad de movilización y la capacidad para generar debate de los deportistas tiene poco parangón en nuestro tiempo. Kaepernick, que es un quarterback suplente de un muy mal equipo de la NFL. El hecho de que decidiera no respetar el himno americano, ni su bandera, provocó, primero, el rechazo fundamentalista de los más conservadores, pero pasó la primera oleada y lo que quedó fue una muy sana discusión sobre asuntos de enorme importancia. Empezando por el derecho a expresarse, de la manera que estime oportuno, que tiene cualquier individuo. Y siguiendo por el meollo de la protesta, la violencia policial contra los afroamericanos. Más allá de la posición que defienda cada cual, lo cierto es que Kaepernick obligó a tirios y troyanos a debatir, a discutir, a poner sobre mesas insospechadas un problema que estaba circunscrito a ámbitos más marginales. El poder de un deportista de élite para poner el foco sobre el tema que le dé la gana es gigantesco. Y, más allá del rechazo inicial, el resultado siempre es positivo.