Francesc Via

¿Hay violencia en La 1900?

Después de siete jornadas, el Espanyol suma solo seis puntos, pero todas las alarmas siguen apagadas a medio camino entre la paciencia y la autocomplacencia. Este lunes, el club decidió inopinadamente encender una, la alarma social, en un comunicado en el cual anunciaba severas medidas ante un batiburrillo de cosas, sin enumerarlas en concreto, que venían a redundar en un presunto problema de violencia.

¿En la grada? Parece que no, puesto que no ha habido ninguna detención, intervención policial ni tumulto apreciables. Se trata, pues, de hechos deleznables ocurridos fuera del campo que el club parece vincular a una problemática que ocurre en el interior de su grada de animación, a pesar de que la creación de la misma es posterior, por ejemplo, a los hechos que motivaron la pasada semana la detención de cinco jóvenes por agredir a otro.

Entonces, ¿hay o no violencia en la 1900? La respuesta del club es ambigua, pues lo que afirma en el comunicado lo niega con los hechos. Las medidas tomadas para con los expedientados por los episodios “de violencia e intolerancia” sucedidos en la grada ha sido trasladar a sus presuntos autores de ubicación en el estadio. Inquietante, puesto que si se trata realmente de individuos violentos, lo normal es echarlos del campo y no que los recoloquen al lado de un padre de familia o una dulce ancianita que teje bufandas mientras contempla como empatamos a cero contra el Villarreal. Algo no cuadra.

Como suele suceder, toda finta o regate lingüístico corresponde a algo que no se quiere o debe decir. Es obvio que el club no habla con claridad de este tema, a lo mejor es porque no puede o porque no le conviene, puesto que significaría reconocer errores de bulto, del sentido común más básico. La grada de animación ha sido una buena idea horriblemente ejecutada desde el primer minuto. Hay que entender que al club le interesa tenerla, puesto que alentó su creación juntando a dos grupos desiguales con demasiadas cuentas pendientes. Pero juntar dos cosas no significa unirlas y la represión no suele ser un pegamento duradero.

Y la pedagogía ni el ejemplo a seguir no pueden dejarse en manos de tipos con antecedentes tan deleznables como los hechos que hoy se condenan. En el pasado se tuvo mano blanda, luego no se ha tenido mano izquierda y ahora se prueba con la mano dura, pero en algún punto alguien tendrá que reconocer que todo se ha ido de las manos. Una cosa está clara, ya no necesitamos a nadie para hacer daño a nuestra imagen, nos basta con nosotros mismos. Y todo esto, ¿lo sabrá Chen?