En el Betis no se habla de fútbol

Sólo otra vez en los últimos 35 años había goleado de esta guisa el Real Madrid en el Villamarín. Fue (0-5) en la 13-14, camino del descenso más bochornoso que recuerda Heliópolis, con 25 puntos en el contador. Menos de tres años, dos presidentes, seis entrenadores y un montón de futbolistas después (sólo queda Rubén Castro), el Betis no ha aprendido nada de aquel episodio oscuro. Sigue siendo un club donde casi nunca se habla de fútbol: sólo de la malvada Prensa, de acciones sin dueño o de eslóganes que llevan la falacia dentro de sí mismos. “Nada de palabras, sólo hechos”, era el que este año se inventaron para volver a enganchar a la fidelísima hinchada verdiblanca.

Los hechos y los goles los puso un Madrid tan mudo como despiadado, que llegaba en reserva y por poco se va líder. Que desnudó la realidad de un equipo cuyo entrenador, Poyet, no se ha enterado de la película; entre otras cosas porque seguramente nadie es capaz de contársela desde unas oficinas repletas de corbatas e impostura, ávidas de gente que pase los días viendo partidos, impregnando de balón el Villamarín. Gente que no se invente coartadas para evitar aquello que debería ser más importante en el Betis mientras se lo niegan a su afición: fútbol, nada más y nada menos que fútbol.