Ante una Champions de dos velocidades

Partidos como el de anoche en el Bernabéu certifican que vivimos una Champions de dos velocidades. Como pasa en casi todo, los ricos son cada vez más ricos y las clases medias retroceden y se alejan de ellos. El Legia paseó por el Bernabéu como una sombra, sin dejar más huella que algún buen detalle y la crónica de una barbarie anunciada de sus ultras, que dañan el prestigio del club y el del fútbol, e incomodan a las gentes de bien en su tierra y en las que visitan. El Madrid tampoco se esforzó en justificar la noche. Jugó desparramado, dando unas facilidades atrás que un buen equipo hubiera aprovechado, y sin brillo arriba.

Marcó, sí, cinco goles, pero se le han visto partidos mejores, marcando menos, o muy pocos, o hasta ninguno. El ataque tampoco tuvo inspiración ni profundidad. Marcó cinco porque en la primera parte le entró casi todo (uno con rebote, otro precedido de un fuera de juego) y porque en la segunda los canteranos Morata y Lucas Vázquez obtuvieron con sendos goles el premio a su energía. El que no mojó fue Cristiano, que vagó entre la banda y la punta en busca del gol, pero la noche le fue esquiva. Quedan los goles, quedan los puntos y queda aplazada la aspiración de Cristiano de llegar a los cien goles europeos. Al menos dio dos.

Zidane mantiene el culto preceptivo a la BBC y de ahí para atrás va dando cuartelillo a todos en lo que puede, que es bastante, para que nadie se sienta mal. Si el otro día fue Isco, ayer fueron Asensio y James. Y Lucas Vázquez, Morata y Kovacic tuvieron su rato. Su habilidad es tener a todos implicados, algo así como tener muchas naranjas en el aire sin que se le caiga ninguna. Lo va consiguiendo. Y en ese sentido es ejemplar, por encima de todos, la actitud de Lucas Vázquez, algo más suplente que el resto e impecable siempre que sale. Jugador pleno, jugador para todo el tiempo, para todo el campo, para todos los campos. Un modelo.