Necesita una nueva agenda

No hay, ni habrá manera de ver a Cristiano Ronaldo como un problema para el Real Madrid, cuya historia más reciente está más estrechamente conectada al gran goleador que a cualquiera de los demás jugadores. Se ha ganado con justicia y méritos el prestigio de futbolista de magnitud histórica, capaz de rivalizar con Eusebio como futbolista bandera del fútbol portugués y de situarse un peldaño por detrás de Alfredo Di Stéfano en la jerárquica memoria del Real Madrid. Esta realidad, articulada con una incesante producción de goles desde 2009, no se contradice con la percepción que ahora genera Cristiano Ronaldo.

La primera impresión es que a Cristiano todo le cuesta más. Atrás quedaron los días en los que amenazaba la portería desde cualquier lugar del campo, algo que sólo ha estado al alcance de tres o cuatro privilegiados en la historia del fútbol. Aquel Cristiano exuberante y devastador se ha convertido en un especialista. Su área de acción es menor y sus recursos físicos son menos efectivos, pero su ambición no se ha modificado. Es un rematador puro que busca el gol desesperadamente, a veces con demasiada desesperación, sin la confianza que acreditaba en sus mejores días.

La ilimitada ambición de Cristiano ha funcionado como un motor inigualable. Sólo a su ambición se debe su resistencia a aceptarse como el segundo mejor futbolista del planeta. Es una vieja ley del deporte la asunción de inferioridad por parte del segundo. Cristiano se ha rebelado contra este principio durante el reinado de Messi, y al menos en términos estadísticos siente que tiene el derecho a discutirle la supremacía. Los últimos Balones de Oro han premiado tanto su categoría como su resistencia a aceptarse como segundo. Es un mérito extraordinario.

Sin embargo, comienza a apreciarse una fractura entre la visión que Cristiano tiene de sí mismo y la percepción que los demás tienen de él. Hasta ahora, Cristiano tenía un plan muy particular que de alguna manera conectaba con los intereses del equipo. Lo que era bueno para Cristiano Ronaldo era bueno para el Real Madrid. El equipo, que no está huero de egos, ha aceptado con humildad su supeditación a los intereses de un jugador con un ego monumental y con una detallista atención a todos los aspectos que resalten su figura. A cambio, ha contestado con un Everest de goles, mucho de ellos inolvidables por su belleza y trascendencia.

Es muy probable que la percepción que se tiene de Cristiano haya cambiado en los últimos meses, y él lo sabe. Su agenda particular cada vez sirve menos al Real Madrid. Lo que es bueno para Cristiano ya no es tan bueno para el Madrid, sin otra razón que sus dificultades para conseguir ahora lo que antes le resultaba casi sencillo. No son sólo los goles, sino su menor grado de influencia en el juego del equipo. Su espacio se ha acotado, sus números disminuyen y su frustración es demasiado evidente.

Quizá ha llegado el momento de que Cristiano Ronaldo abandone su agenda personal y se ponga al servicio de la agencia del equipo. Es muy probable que encuentre la ayuda que ahora no puede lograr en solitario. Todavía está en condiciones de marcar diferencias en el área y en los partidos, pero no a la antigua manera. Necesita abandonar su plan, que hasta ahora no entraba en graves fricciones con el equipo, y admitir que ha entrado en un nuevo periodo de su carrera, donde todo le resulta un poco más difícil y donde necesita el amparo del equipo.