Sábado de Cristiano, Carrasco y Rafinha

“No está ansioso, está enfadado”, dijo la víspera Zidane de Cristiano. Ya se le ha pasado. Para Cristiano no hay mejor receta que los goles y ayer marcó tres. El enfado se trasladó a la grada de Vitoria, que no terminó de ver claro el penalti que dio lugar al primero de los tres, el que hacía el 1-1 en el partido. Yo tampoco lo vi claro. Me pareció, en primera instancia, que el balón habría pegado en la cabeza, por la fuerza con que salió rebotado; luego, tras las distintas repeticiones, que en un codo, y que era penalti, pues; finalmente, que en la cabeza, o sea, que no. Por ahí llegó el 1-1, decía, que aliviaba al Madrid, metido en un fuerte apuro.

Porque estaba siendo mejor el Alavés, y aún lo sería durante mucho tiempo. Con su 3-5-2 le comía el centro del campo al Madrid, ayudado por la eterna indolencia de la BBC, que se desentiende de lo que hay detrás. Buen partido del Alavés, con un Theo espectacular. Y sin embargo, perdió 1-4. No habrá de buscar toda la causa en el árbitro, sino en que desperdició más de una y de dos ocasiones, cosa que el Madrid no hizo, y a que en el último cuarto de hora desconectó. El Alavés se quedó con la imagen y con el enfado, el Madrid con los puntos y con la sonrisa de Cristiano. Eso sí: fue una semana más para preguntarse por Benzema y Morata.

También ganó el Atlético, con un Carrasco desatado. El Manzanares está descubriendo un nuevo ídolo, a la altura de Griezmann. Uno de esos jugadores de ataque con un punto incontenible cuando están en forma. Hizo dos goles, el segundo cuando al Atlético, diez contra once, le apretaba el zapato. Y en Barcelona el hombre del día fue Rafinha, que salvó con un gol un mal partido de los suyos. Messi hizo uno de sus raros partidos flojos, de más a menos, y sin su zurda precisa (y sin Iniesta ni Busquets) el equipo pareció otro. El Granada fue orden sin peligro, así que bastó con un gol para doblegarle. Rafinha, por cierto, lleva ya cinco.