El tercer tiempo

El árbitro y Roncero

Estuve el viernes viendo El Padre, en el Teatro Bellas Artes de Madrid. Héctor Alterio está inmenso, haciendo de hombre que perdió la memoria. Sobre la mesa reposa un ejemplar de AS. Ignoro si en ese número estaba el artículo que Tomás Roncero le dedicó a los árbitros que no le pitaban penaltis al Madrid. Lo cierto es que al día siguiente le hizo caso al admirado Tomás el árbitro del Alavés-Real Madrid.

El miedo al penalti

A los hinchas nos da miedo el penalti que lanzan contra nuestro equipo. El regocijo con el que recibimos el que nos beneficia está mezclado con el miedo a que lo falle el nuestro. Cuando al Madrid le pitaron el primer penalti, pues tuvo dos, en Álava me dio un vuelco el corazón: ¡el árbitro leyó a Roncero! Iturralde, un aguafiestas, recibió un mensaje de su nieta: No es penalti. Lo metió Cristiano. Impecable.

Temblor de empate

Al Alavés, curtido en laminar grandes (aún no nos hemos recuperado los culés del roto que le hizo al Barça), se le quedó la cara pálida. Y se impuso aguar la alegría de Cristiano…, y de Roncero. Pero no había nada que hacer. El grande se come al chico en todas las culturas, salvo excepciones. Y todavía hubo un segundo penalti. Lo falló Cristiano, que se repuso del disgusto. Lo vi danzar feliz con los suyos, en la cancha.

Error de las palomas

Cuando Cristiano falló su penalti estalló en su cara el disgusto. Cuando lo vi bailar supe que sólo estaba disgustado por no marcar. Necesitaba un helado, tuvo tres. Su danza me llevó a Mestalla, donde en una celebración así se coló una botella. Competición la armó buena después. ¿Se equivocó? Los árbitros son, cuando aciertan y desaciertan, como las palomas: se equivocan, pero salen volando.

Atracción del césped

Esas aves tan inquisitoriales como traicioneras que son las palomas sienten una enorme atracción por el césped; se las ve a menudo posándose en las zonas más inconvenientes de la cancha. Como los árbitros. En Mestalla nació una nueva manera de entrometerse las palomas, o los árbitros: los que celebraban fueron recriminados luego por llevarse las manos a la cabeza, mientras uno de ellos se dolía en el suelo.

La placidez atlética

Mientras esas cosas ocurren en otros campos de juego, Simeone y los suyos viven una dulce estancia en la gloria, interrumpida sólo por el Sevilla hasta el momento. Hasta el entrenador habla más bajito. El Málaga sólo susurró. El Sevilla, su verdugo, sufrió ante el Sporting, y como ese es mi otro equipo disfruté del empate como cuando el adversario desperdicia un penalti.

Las rebeliones

El Éibar es un equipo rebelde, como Osasuna, Celta, UD Las Palmas y el Alavés, este sábado despuntado para alegría de Halloween de Cristiano. Empieza a despuntar el Granada. De los equipos corcho, que dan una de corcho y otra de arena, el Athletic, al que ayer Osasuna le tomó la medida y le apuró la vida hasta el caliz. No está fino el Athletic, dijo Paco en Carrusel. Pero renacerá, porque tiene la rebeldía en sus venas.

El rebelde sin causa

De Inglaterra viene la esperada noticia del duelo. Gana Pep, luego gana Mourinho, luego gana Pep. Y pierde Mourinho, a veces por KO. Ahora los árbitros, palomas inglesas, echan a Mourinho del campo y es posible que de los estadios. ¿Se equivocan las palomas o se equivoca el portugués? La estadística apunta contra él. Él es un ave mayor, que, como la paloma de Alberti, creyó que el“Se equivocó la paloma, se equivocaba”

La frase

“Se equivocó la paloma, se equivocaba”

Rafael Alberti