Reacción de furia tras un partido horrible

Lo que iba para descalabro acabó en un empate feliz, con dos goles sobre la hora que produjeron un empate de prestigio y lavaron los pecados anteriores. Porque los hubo. Lopetegui ensayó de salida una defensa de tres centrales que no funcionó, y aunque la cambió a la media hora (ya con un gol encajado) el equipo tardó muchísimo en enmendarse. La defensa nunca fue segura, el medio campo perdió balones que no suele, propiciando llegadas rápidas de los ingleses, y el ataque estuvo premioso. Hubo culpas particulares en Iñigo Martínez y en Thiago, pero en general faltó ánimo y juego. Durante mucho tiempo España fue una sombra.

Los ingleses fueron creciendo ante ese panorama. Ganar a España da prestigio, lo saben, y estuvieron a punto de hacernos un serio roto. Entraban con mucho más vigor, como si jugaran su queridísima final de FA Cup, con lo que se llevaban muchos balones divididos. Cuando les venía una represalia (una de Carvajal a Rose fue tremenda) no se quejaban ni reclamaban. Iban a lo suyo. Con su juego de robar y salir corriendo, cazaron el segundo gol y rozaron el tercero dos o tres veces. Según avanzaba la segunda parte empecé a temer que la derrota se convirtiera en un serio estropicio. Ya rezaba porque aquello se quedara en 2-0.

España mejoró con los cambios

Pero el tiempo y los cambios fueron mejorando poco a poco a España, que terminó con un once muy distinto. Iago Aspas aportó entusiasmo, un entusiasmo loco y solitario al principio, contagioso después. Morata puso su pugna arriba. Isco anduvo mucho más despierto que Thiago. Koke dio un cierto orden que faltaba... Así, poco a poco, España acabó por dar una cara digna cuando el partido se acercaba al final. Y se llevó premio gordo. Primero, Iago Aspas hizo un gol prodigioso, premio a tanto esfuerzo; finalmente, Isco empató. ‘Un bel morir tutta una vita onora’, dejó dicho Petrarca. Una reacción así borra un partido horrible.