Gameiro y el runrún del ‘nueve’

Gameiro llegaba con la lección aprendida al Atlético, había aceptado el reto que devoró a Jackson y a Mandzukic y, por ello, sabía perfectamente que noches como la de ayer pueden consolidar la conexión con la grada... y con el banquillo. Por eso respiró después de embocar su derechazo. Había tenido tres claras y se enfrentaba ya al runrún del nueve del Calderón cuando apagó la angustia. Ser delantero del Atlético es una profesión de alto riesgo, no tiene comparación con ningún equipo del continente. Por momentos parece otro oficio.

Uno se pregunta qué hubiera sido de arietes que marcaron episodios recientes y brillantes, como Forlán y Agüero, entregados a la presión en lugar de ahorrarse el desgaste para luego decidir. Ahora no hay exenciones. Gameiro ayer se implicaba, aparecía, se desmarcaba académicamente, pero le faltó toque en la primera, se durmió en la segunda y debió meter el flequillo con más bravura contra el poste en la tercera. El galo ya sentía ese murmullo que amansó al Jackson voraz del Oporto o al Mandzukic inconformista del Bayern. Y acertó. Velocidad y definición. Griezmann evitó que fuera el gol partita, pero oficiosamente lo fue, para el Atleti y para Gameiro...