El invicto y el tran tran

Una semana después de manifestar en el Manzanares su espléndido potencial, el Real Madrid ofreció su versión más mundana ante su sorprendido público, que no acaba de entender la discontinuidad del equipo. Irregularidad en el juego, no en los resultados, impecables desde hace mucho tiempo. El Madrid es líder en Liga y no ha perdido desde su derrota en Wolfsburgo, en los cuartos de final de la pasada edición de la Copa de Europa. 31 partidos en total, una racha tan contundente que obligaría a pensar en un equipo de época. Podría serlo, pero por el momento el Real Madrid parece más interesado en administrar los resultados que en epatar al personal.

La victoria sobre el Sporting no dejará otro recuerdo que el penalti desaprovechado por el equipo asturiano a falta de un cuarto de hora para el final del encuentro. El gol significaba el empate en un ambiente de fastidio por el aguacero y la mala actuación del Real Madrid, reconocida después por Zinedine Zidane, un artista de las conferencias de prensa. En estas cuestiones es el Molowny del siglo XXI. No se equivoca nunca y convence a todo el mundo. Su discurso desarma por sencillo. Y cuando Zidane advierte alguna complicación, tira de la sonrisa más eficaz del fútbol mundial.

La gente acudió al Bernabéu con una cierta sensación de promesa. El Madrid funcionó como un reloj en el Manzanares, en el primero de la serie de partidos que le enfrentarán a los mejores equipos de la Liga: Atlético, Barça y Sevilla, todos fuera de casa. Jugó con empaque, orden, energía y autoridad. Todos sus jugadores alcanzaron su mejor nivel. Fue difícil distinguir a los mejores porque todos jugaron bien. El mensaje fue tan claro (este equipo tiene recursos superlativos) que el partido con el Sporting multiplicó la decepción de los aficionados. Esta vez fue muy difícil elegir a los mejores porque todos jugaron mal, o muy por debajo del nivel que manifestaron frente al Atlético.

Mínimo esfuerzo. En los viejos tiempos se hablaba del tran tran para definir los partidos que los grandes ganaban con la ley del mínimo esfuerzo. El Real Madrid utiliza el tran tran con demasiada frecuencia. Muchas de sus victorias en el Bernabéu se han producido más por la contundencia goleadora que por los méritos del equipo, y en algunos casos ni eso. Los empates con el Eibar y el Villarreal dijeron bastante de la atonía del Madrid en muchos partidos. Desconcierta un equipo que pasa de su feliz versión en uno de los campos menos accesibles del mundo (el Vicente Calderón) a una discretísima actuación frente al sufriente Sporting.

La coartada es el invicto. Después de 31 partidos sin derrota, parece impertinente cualquier crítica al juego del Real Madrid. Sin embargo, el Bernabéu no es un estadio complaciente con los números sin más. Hay una larga tradición de desencuentros entre el público y el juego en medio de estadísticas muy favorables. Los aficionados madridistas saben cuáles son las posibilidades reales del equipo porque le han visto jugar con vuelo altísimo, no con el rasante que tantas veces se reserva para ganar partidos como el del sábado. Por ahora, la respuesta del Real Madrid es administrativa. Elige los momentos. Se reserva unos pocos partidos deslumbrantes y en los otros prefiere el tran tran, con el doble riesgo que eso supone: ventajas cortas y fastidio de su gente.