El tercer tiempo

Paloma en el césped

 Una de las imágenes de la Revolución cubana fue aquella paloma que se posó sobre el hombro izquierdo de Fidel Castro cuando entraron en La Habana triunfantes los barbudos que derrocaron a Batista. Era un símbolo de la buena suerte. Las palomas se suelen posar en los campos de fútbol. En Cuba no hay. Por eso aquella paloma se fijó en Fidel. Pero la suerte no es para siempre, tampoco en el fútbol.

La suerte de Cop

A Cop le hubiera venido bien una paloma en el hombro. Cuando su equipo iba a ser el héroe que derrocara al que manda en LaLiga, el Real, se le fue el santo al cielo, se le fue la paloma. Ese penalti fallado es ahora parte de la leyenda triste del Sporting. La paloma está con el Madrid: la llevó Benzema ante el otro Sporting, el de Lisboa, y esta vez vino en auxilio como un soplo del espíritu santo y ahí está el Madrid, venciendo otra vez por la mínima. Perdiéndose en lo alto del aire de LaLiga.

El halcón es Cristiano

El fútbol está hecho, como la política, de palomas y de halcones. Cristiano es el halcón del Madrid, esa fuerza increíble que tiene para agarrar con el pico poderoso (o con la cabeza entera) la presa que tiene enfrente. Es implacable, y si no es implacable no es feliz. Salvó al Madrid, otra vez; fue su paloma y su halcón, las dos fuerzas a la vez. La Historia está de su lado, digan lo que digan los demás.

James peregrino

Sin embargo, James, que venía a disputarle la primacía, suda para sobresalir. Lleva en la cara sensación de derrota y su entrenador no lo salva. Con uno de esos lugares comunes que le asemejan al Peter Sellers de Bienvenido míster Chance, Zidane lo despachó así: “Ha hecho el partido de los demás”. Es decir, nada, paloma abatida en un campo en el que sólo jugaron Cristiano y la buena suerte.

Colega de Neymar

A Neymar aún no le regatean sus posibilidades; pero tanto en el campo como fuera se enfrenta a cáscaras de plátanos, cuando no a su ánimo, azaroso e inconveniente para la estabilidad del equipo. Su colega Messi es lo contrario: invariable en el gesto, es la alegría de su equipo… cuando está en el campo. Es la paloma que le da suerte al Barça. Ya lo absolvió la historia. Porque solo juega al fútbol.

Las aves humildes

Del fútbol hay que esperar más en los grandes campos; y como tantas veces se rompe esa expectativa, hay que fijarse en lo que hacen los equipos medianos. Pasa con el Éibar. Con el Alavés. Con la UD Las Palmas. Van a los campos con la cabeza alta. El trabajo del Alavés es absolutamente excelente. En la matinal de ayer desafió al Villarreal, que se olvidó de ser el que era y lo sufrió. Acaso ha perdido la paloma, ya no se posa en su hombro. La historia dirá.

Mediocridad

Ni el Madrid ni el Barça levantan el espíritu de LaLiga. Como si los hubiera tocado el dolce far niente que en las películas viejas tenían los multimillonarios. El Atlético, que vive su crisis de crecimiento con dolores de espalda, se repuso, y amenaza a los otros grandes; pero el Sevilla se ha puesto respondón y crece sin otros agravios que los que vienen de atrás. Inflexión en el capítulo trece de esta novela.

Barça, Barça

El Barcelona de los grandes momentos reposa. Dio apuro verlo jugar anoche en Anoeta. Despedido de sí mismo, es un náufrago todavía elegante, subido al escaparate del Titanic, con Leo (Di Caprio) dirigiendo una orquesta que desafina. Ninguno de los grandes debe cantar victoria estética, y ese es el mal del fútbol español en este momento. Nada enamora.

La frase

“La Historia me absolverá”  

Fidel Castro