El Clásico BARCELONA-REAL MADRID

El sueño es de los aficionados

Los que aún sabemos quiénes eran don Luis Suárez y don Miguel Muñoz (saber quiénes eran Di Stéfano o Kubala es tan sencillo como reconocer por las botas a Cristiano y a Messi) somos del Madrid o del Barcelona casi genéticamente. Y eso ya no lo arregla nadie. Roncero morirá madridista y Jordi Martí morirá barcelonista (los dos muy tarde, seguro: el fútbol prolonga la vida), y modestamente yo también moriré barcelonista. Fui, de chico, en la escuela, Juan Azul Grana, y lloré cuando aquel Barça de Kubala ensombreció mis once años con una derrota en Berna. Después dejé de llorar, pero me entra rabia cuando perdemos; una rabia melancólica que, en los últimos tiempos, me cura el AS. Como tengo que escribir después de los partidos, entre la melancolía y el ordenador se va suavizando ese sentimiento triste y termino la catarsis al escribir el título de nuestra desgracia.

Cuando ganamos procuro también ponerme distante, pero por dentro tengo la misma alegría que Roncero (o que Jordi Martí) pero me retengo porque el director dice que hay que distanciarse hasta cuando hay terremotos. El partido del otro día en Alicante me puso debajo de la mesa, y escribí a duras penas lo que me pidió AS. Cada una de esas líneas estaba traspasada por la vergüenza propia: nosotros somos parte de la alineación. Ante el partido de hoy, sin embargo, me siento tranquilo. Creo que vamos a ganar. Pero, claro, eso creo siempre. Como Roncero o Martí. Después viene la realidad. Entre tanto, el fútbol es puro sueño.