El Clásico BARCELONA-REAL MADRID

Civilización del fútbol

Espectadores. El fútbol es un universo que forma parte de la civilización. Ver un partido con quienes quieren que pierda tu equipo es un riesgo de alto voltaje. En primer lugar, te obliga a celebrar con moderación el gol de los tuyos, si se produce. Y te obliga a ir acompañado: estar solo en medio de la afición contraria no lo hago desde que, en medio del Bernabéu, me vi acosado por los que no se creían que Luis Enrique, exmadridista, era también una persona. Eso no iba a pasar en AS, donde vi el partido; aquellos dos futbolistas célebres, Santillana y San José, partidarios del fútbol, excelentes jugadores y personas que miden el entusiasmo porque saben que en el fútbol nada es drama sino juego, le dieron humor y sensatez a la pasión de Roncero, que es imparable. Y allí me llevé, para no estar solo entre tanto público blanco como el que concentró Carmen Colino, a un rockero famoso, Alejo Stivel, que fundó el grupo Tequila, pero ya no bebe. Con esos espectadores uno se apresta a ver fútbol como si estuviera viendo una película de Bergman.

Entusiasmo. Hubo entusiasmo, claro, y polémica; a Roncero le parecía que cualquier rasguño era un penalti, y Pedro Pablo San Martín nos mortificaba diciendo que en toda la primera parte no tuvo que apuntar ni una raya (una jugada peligrosa) del Barcelona. Santillana sabe que hasta que pasa el rabo todo es toro, pues él fue, también, jugador de últimos minutos. Él dijo, cuando iba a comenzar la segunda parte, que un entrenador suyo (“Boskov”, me sopló Roncero) había dicho que el fútbol es fútbol y el gol es el gol. Y que cuando hubiera gol la cosa se cambiaría de bando. Según quien marcara, el otro se sentiría descorazonado y la balanza se podía quebrar. La verdad es que con esos maestros ahí, veteranos futbolistas, me fijé más en lo que decían que en lo que pasaba. San José es más callado, quizá porque es el más apasionado, como buen defensa, y Santillana es más cerebral, quizá porque usó la cabeza no sólo para rematar. Pero cuando Iniesta ingresó en el campo yo me fijé también en el albaceteño, que es como la teoría del fútbol civilizado llevada a la práctica. Bajó el nervio del partido, situó a los suyos en defensa de la calidad y no sólo del entusiasmo, y consolidó el medio campo como quien edifica una estatua de Bernini. El Madrid ahí se atragantó. Alejo quiso celebrar el gol. Yo lo retuve. Le dije: “El AS es como el palco. Shhhhh”.

El caballero. El fútbol es, pues, civilización, caballerosidad, inteligencia y respeto. Empezó por donde tenía que empezar el partido: por esa imagen emocionante de las dos plantillas juntándose para rendir homenaje a las víctimas de la peor noticia que ha recibido el fútbol en décadas: la muerte de parte de los componentes del equipo brasileño que concita todas nuestras tristezas. Esa caballerosidad fue seguida en el palco de AS como una manera de rendirse ante un gesto que vale más que mil palabras. Con ese augurio era imposible que viéramos un partido que no respondiera a ese rasgo civilizatorio del fútbol. Después vino un gol, otro gol. La otra parte del fútbol, la celebración de unos, la decepción de otros. Yo me fui con Alejo Stivel con la sensación de que habíamos compartido juego y fútbol. Los dos equipos fueron inteligentes, como el graderío. Claro, nuestro equipo pudo ganar, algo que piensan sin duda los del otro equipo contrario con respecto a los suyos. Pero eso ya no es fútbol. Es afición. El fútbol es lo que vimos en el campo, y fue bueno verlo.