El grito de Carolina, el rugir de Río

Apenas pisó el Parque Olímpico, refugiada en su habitación de la villa, entre vídeos, descanso, mentalización y algunas horas de entrenamiento. El oro olímpico había sido la obsesión de Carolina Marín desde que llegó a Madrid con 14 años, como le recordó su entrenador en los momentos difíciles de esa apasionante final con la india Pusarla, en la mañana en Río del 19 de agosto, antepenúltimo día de los Juegos. Marín comenzó nerviosa, cediendo el primer set ante una rival que se agigantó. Sus gritos fueron golpes al vacío hasta que empezó a recuperar su agresividad. Le dio la vuelta al partido y se llevó un oro que celebró como una liberación. O una culminación.

Lo habitual en el deporte es perder. Cuenta Fred Vergnoux, el entrenador de Mireia Belmonte, que cuando pregunta quién quiere ser campeona olímpica todas las nadadoras levantan la mano. Pero cuando explica el plan que hay que seguir, las horas de entrenamiento, los madrugones, la presión, el desgaste psicológico, los sacrificios... Las manos se esconden. Menos la de Mireia. Y también la de Carolina, que además lo ha logrado en un deporte sin tradición, dominado por Oriente. Ser consecuente con tus sueños y que esa determinación marque tu camino está al alcance de muy pocos elegidos. Pero la determinación del deportista debe ir acompañada de un plan innovador, diferente: hacer cosas que no se han hecho antes, cambiar las rutinas, introducir mejoras en otros ámbitos que no sean solo la preparación física. Eso nos explicó su técnico Fernando Rivas, que ya estaba pensando en nuevas ideas.

En ese proceso, meses de entrenamiento casi militar en Ibiza, Carolina aseguró que había llorado cada día, pero que su objetivo le había renovado las fuerzas para levantarse al día siguiente. Solo los deportistas, su familia y sus entrenadores saben el sufrimiento de años resumido en una fotografía con una medalla al cuello que esconde momentos culminantes de superación. Momentos que pudo celebrar esa misma noche, la del 19 de agosto, en una cena con los suyos en Casa España, donde estuvo AS para inmortalizar ese histórico momento.