La historia del Barça y su ‘10’

Siempre Messi. Lluís Flaquer, narrador de los partidos del FC Barcelona en Carrusell, lo cazó al vuelo, como siempre. Messi lanzó la falta que acabó en gol ante Iraizoz aplicando la técnica de un penalti, con el engaño. La posición del cuerpo anunciaba golpeo por encima de la barrera, en el último instante gira el tobillo para cambiar la trayectoria y clavarla en el palo del portero. Es el colmo. Tres faltas en 2017. Messi había superado el récord de Koeman, 26 goles de falta directa. Ramón Besa añadiría después que la historia del Barça podría explicarse a través de la figura del 10, derriba todos los registros. No se imagina un Barcelona sin Messi, aunque las últimas declaraciones de la directiva no ayuden. Bien está aprender de los errores del pasado, acuérdense de cuando Messi hizo alusión al Señor Faus, en esos “tiros” fuera del campo, el 10 no engaña.


El dominio de los 80. No volverá. Difícil imaginar goles que den Ligas como los de Zamora o Liceranzu, pero el fútbol vasco atraviesa un buen momento. Ha colado tres representantes en cuartos de final de Copa. Jamás el Eibar lo había conseguido y será un peligro para el Atlético. El Alavés, trece años después entre los ocho mejores, afronta la oportunidad única de semifinales si da su nivel ante el Alcorcón. La Real, con el mejor juego desde el subcampeonato de Liga de los Xabi Alonso, Nihat y Kovacevic, amenaza al Barça. El Athletic, por su parte, se concentra en la Europa League y en volver a meterse entre los seis mejores del campeonato. Se distinguen todos en modelo. La Real, volviendo a la esencia de Zubieta con pocos y buenos extranjeros. El Alavés, acertando en cesiones claves en su vuelta a Primera. El Eibar, agarrado a un entrenador de ideas claras y el Athletic, a la tradición de siempre. Las cosas bien hechas, dan resultado.


Los ultras, un trabajo inacabado. Tras el ‘Caso Jimmy’, los clubes se prometieron, entre otras muchas cosas, erradicar a los miserables que acuden a los estadios con el propósito del insulto amparados en el colectivo. El trabajo de los diferentes estamentos ha sido bueno, pero inacabado. El más claro ejemplo lo sufrió Sergio Ramos en su casa, esa es la clave del debate, y no si el jugador estuvo acertado o no en su celebración. No lo olvidemos nunca, los ultras le desearon la muerte, no deberían estar en el campo empañando a la magnífica afición sevillista. Serán los únicos que sobren mañana en el Pizjuán. El partido lo tiene todo, Zidane confía en que Modric tenga el balón para evitar el vértigo sevillista. Sampaoli abre más abanico con Jovetic y Lenglet ya en la causa, una adaptación asombrosamente rápida. Fútbol de alto nivel.