Piqueti, Guinea Bissau y los hechiceros

Agarró un balón cerca del borde de su área, despachó con un sombrero a Fai, avanzó hasta el área camerunesa, recortó a Ngadjiu y dejó sin opción a Ondoa con un derechazo. Piqueti no sólo hizo el gol de su vida. Su obra de arte representa la esencia de la Copa de África. Allí donde todo es posible, hasta que un modesto jugador del filial del Braga haga tambalearse a un equipo como el de Camerún. Celebración comparable a la de Toni Silva cuando marcó el tercer gol a Zambia en Bissau en las eliminatorias. Imposible ver una locura mayor. Camerún remontó porque sigue produciendo mucho arriba, pero Guinea Bissau ya se ganó el corazón de todos.

Éste es el torneo que pone en el mismo prisma a estrellas con modestos, pero sobre todo es la copa de la alegría. Muchas selecciones bajan cantando del autocar, algo que se ha convertido ya en un clásico, como si rivalizasen también en eso. Y también de la superstición extrema. Hechiceros, pócimas mágicas. Cuando Guinea Conakry jugó la copa en 1990, una anciana llamada Mamatombo llegó a convertirse en una celebridad nacional. Ocultismo en toda regla. Antes de cada partido le hacían llegar una lista de los rivales para que los destrozase con su magia ritual. La señora ya murió, nada habrá tenido que ver en el autogol del argelino Mandi ayer.