Dos caras del Atlético en noche de Messi

¡Qué raro es el fútbol! El primer tiempo del Atlético sugería un derrumbe total. No le salía nada, estaba lento y desganado, a merced de un Barça que ni siquiera estaba haciendo un gran partido sino por parte de Messi, que se adueñó de la escena y el balón, recordándome una vez más los lejanos despliegues de Di Stéfano. Pero eso lo hemos visto más veces. Lo que nunca habíamos visto en este tiempo era un Atlético tan inane ante su propia parroquia, como renunciando a todo lo que no fuera sacudir una patada destemplada. Pero nada de juego. Y sin embargo, en la segunda mitad fue un ciclón. Mereció dar la vuelta al 0-2 del descanso.

La cosa empezó a complicarse para el Atlético pronto, en el 10’, cuando una pérdida de balón de Griezmann pilló a Luis Suárez sin los centrales cerca. Se fue a por Savic, le pasó el balón por un lado, le rodeó por el otro y luego corrió, con tremenda potencia, perseguido por un Godín extremadamente lento. Finalizó con un toque de exterior suave. Un golazo, pero suspenso para los centrales. Luego, el desplome, y un Messi dueño de todo que cuando se hartó de hacer de Di Stéfano, hizo de Puskas, con un zurdazo tremendo desde fuera del área, por alto, imponente. Una suerte que practica poco. 0-2 y el Atlético en liquidación por derribo.

Pero Simeone supo tocar la fibra del grupo. Su cesarismo no está tan muerto. Compareció Torres, un estímulo para la afición y para el propio equipo, y apareció el orgullo de la casa. El Atlético cogió el balón, hizo un juego vertiginoso, llegó, remató. El Barça tuvo algún respiro cuando Messi volvía a entrar en danza, pero enseguida se lanzaba otra vez el Atlético al abordaje. Fue una segunda mitad intensa, magnífica, sin más premio que un gol, el 1-2, pero que bien pudo dar para el 3-2. La gente se fue contenta, porque la pesadilla de la primera parte dio paso a una efervescencia prometedora. ¡Qué raro es el fútbol! ¡Y qué bonita es la Copa!