La alegría gravemente manchada

El fútbol es felicidad y drama, a la vez. El Alavés esperaba la gloria, desde la alegría; ganarle al Barça es un premio que sueña cualquier adversario que se enfrente al equipo azulgrana. Perder es una posibilidad. Y perder así es una enorme tristeza, porque representa malos augurios. No le salió nada bien al Alavés su sueño. Pero aunque ese sueño hubiera sido pesadilla, su afición no hubiera presentido esa goleada. Fue una alegría ver jugar al Barça…, pero tuvo al final su alta dosis de drama.

Esa lesión de Aleix Vidal es un símbolo de la mala suerte. El partido acababa con esa media docena de bellos goles, y con la sensación de que el que luego iba ser herido de manera tan contundente (y seguro que involuntaria) sobresalía con posibilidades de consolidarse en la alineación de Luis Enrique. Aleix ha dado tumbos en el equipo, su moral ahora era feliz, y se truncó esa alegría cuando menos importaban las entradas y los balones.

El fútbol es así, drama y felicidad; en este caso, la alegría fue gravemente manchada. Los futbolistas deben ver esa jugada, unos u otros, para retener qué es importante en la competición, qué riesgos entraña, cuando es innecesario, defenderse del otro o atacar al otro. Es como en la vida, en la mitad está la virtud, y aquí la alegría quedó innecesariamente manchada.