Papá, te cuento que...

Victoria. Hola papá, hace unos días que te fuiste y ya no puedo hablar contigo sobre los resultados de nuestros respectivos equipos. Hoy lo haré desde aquí. Papá, hemos ganado al Sporting. No era fácil porque lucha por seguir en Primera. Siempre seguías mucho al conjunto asturiano, porque te gustaba ir a Gijón. Era tu ciudad favorita. ¡Cuántos veranos os pasásteis allí mamá y tú! Ha ganado el equipo del Cholo y sigue en la pelea por la Champions. Estáte tranquilo, tu equipo, el Madrid, también venció y podrás disfrutar de alguna gran alegría este año, mal que a mí me pese.

Rivalidad. Pero espero que no sea en la Champions. Hoy viajo a Alemania para seguir soñando con eso que tanto se nos resiste. Les he dicho a tus nietos que algún día la ganaremos. Gracias papá por tu nobleza. Fuiste socio del mejor Madrid de la historia y lo lógico era que hubieras influido para que tu primer hijo siguiese tus simpatías. Pero no. La rivalidad en casa empezó pronto porque yo elegí otra manera de ver y sentir el fútbol. No influiste en mi elección, cosa que siempre te agradecí. Yo quizá no tuve esa grandeza con mis hijos. La familia, que era muy blanca, contigo y con mi hermano, ha cambiado. El Atleti es ahora algo que une a todos tus nietos.

Metropolitano. Me queda la pena de que no te podré llevar al nuevo Metropolitano. Ahí sí os vamos a ganar. Tú me contaste una y mil veces lo fabuloso que era el antiguo Metropolitano. “Una pradera”, me decías. Siendo socio madridista, jamás hablaste mal del Atleti. Porque si el Madrid tenía a Di Stéfano, Gento y Puskas, el Atleti contaba con Collar, Peiró y Mendonça. Me contabas que ibas un fin de semana a Chamartín, con tu abono, y otro al Metropolitano. Para ti, que naciste el año que estalló la Guerra Civil y te criaste sin padre, el fútbol lo era todo. Me decías que en el estadio del Atleti te colabas esperando a los jugadores y llevándoles la bolsa de deportes.

Primer partido. Aún recuerdo cuando fuimos la primera vez al fútbol. Fue al Bernabéu, a una semifinal de Copa. Como si fuera hoy tengo presente el gol de Juanito nada más empezar y cómo empató Ruiz cuando el partido ya acababa. Fuimos los tres, tú, mi hermano y yo. Desde un fondo empecé a comprobar lo que es sufrir por un equipo. Dirceu falló un penalti en la prórroga y en la tanda el Real ganó. ¡Malditos penaltis! Hay algunas cosas que con el tiempo no cambian. El caso es que al final, de los tres, uno volvió a casa llorando. Fui yo, claro.

El peor momento. Recuerdo también cómo un día casi me pones en la calle porque estuve inaguantable en un Madrid-Atleti. Fue un 3 de diciembre, día de mi santo, el de la famosa liada entre Buyo, Futre y Orejuela. Lo escuchámos por la radio y exploté por lo que había pasado. Te debí llamar ladrón mil veces, como si hubieras pitado tú. Aunque es verdad que alguna vez nos la habéis liado parda.

Despedida. Ya lo sé, papá: “El trabajo es lo primero. Y luego el fútbol y tus amigos”. Ya lo sé, aunque tú también sabes que seguiré dando patadas al balón porque es lo que me hace más feliz. Y si hay algo que valoro por encima de todo es la amistad. Cuando era niño esperaba tu llegada a casa porque traías el AS y yo iba corriendo a darte un beso y a quitarte el periódico. En cuanto te descuidabas ya no lo tenías. ¡Cuántas horas perdidas para estudiar por culpa del periódico¡ Ahora, desde tu grada preferente, espero que veas la victoria ante el Leverkusen y nos ayudes a llegar a Cardiff. Porque yo sé que tú serás el primero en alegrarte de que el Atleti salga campeón...