Llull firma la victoria en Vitoria

Me tengo que pellizcar para disfrutar de esta bendita realidad. El Madrid, otra vez, campeón de Copa. Cinco ganadas de las seis últimas. Y cada año caen o Liga ACB o Euroliga. Y todo con el sello inconfundible de Laso (Pablo, contigo empezó todo) y de un menorquín que los tiene cuadrados y se llama Sergio Llull Melià. El perenne MVP del mejor Madrid que yo recuerde desde los tiempos inmaculados de Pedro Ferrándiz. Esta Copa tiene un mérito superlativo para el equipo que terminó cantando el We are the Champions. Con dos prórrogas a cuestas, el Valencia Basket plantó cara con una grandeza que ante cualquier otro rival le hubiese dado el título. Dueños del rebote ofensivo (¡capturaron 18!), los taronja pusieron al mejor equipo de Europa contra las cuerdas. Dubljevic, ¡pedazo de pívot!

Pero este Madrid tiene un talento descomunal. Y súmenle esa genética ganadora que los convierte en ingobernables cuando los partidos llegan a los minutos en los que las ideas se nublan y las muñecas tiemblan como si las atravesara un tren de cercanías. Llull, Randolph (mejor fichaje extranjero que recuerdo en muchos años), Machete Ayón, Carroll y sus triples descomunales, Golden Boy Doncic (niño, dile a la NBA que se espere un par de añitos más)... Todos partícipes de una Copa trabajada al límite en Vitoria, cancha que fue hostil con el campeón porque, es lógico, todos quieren tumbar al mejor. Pero con Llull en la cancha nada es imposible. Lo hizo ante el Baskonia y lo repitió ayer. Le pasa lo que a su amigo Sergio Ramos. Los minutos finales le ponen. Y Laso al mando de todo. ¡Campeonísimos!