Llull, así se quiere el escudo

En el verano de 2015 Sergio Llull recibió una oferta astronómica de una franquicia de la NBA, Houston Rockets, que habrían aceptado a ciegas el 99% de los jugadores europeos. En el baloncesto hay un lema aceptado desde hace décadas: “Si quieres pasar a la leyenda de este deporte, debes triunfar en la NBA”. El club texano, que tenía sus derechos desde 2009 (se los compraron a Denver Nuggets, que ese año habían elegido al jugador balear en el puesto 34 del Draft), le ofreció 20 millones de dólares por tres años. Mucho más del triple de lo que ganaba y gana defendiendo como nadie el escudo del Madrid. En las oficinas del Bernabéu asumían su inevitable adiós. “Sergio lo ha dado todo, no podemos privarle de esta oportunidad”. Pero no conocían a Sergio. Para él, la única NBA es el Madrid...

El base-escolta-alero menorquín se ha ganado el corazón del madridismo por este gesto que dignifica a un deportista íntegro. No todo es dinero en la vida. Él es feliz en la capital, donde tiene a sus amigos, a su novia y la camiseta a la que ama. Ser feliz no es tener más, es tener lo mejor. Llull jugó en Vitoria con el cerebro de un superdotado y el corazón de un león salvaje. Ya lo ha ganado todo de blanco, pero quiere más. Entiende el ADN del Madrid como si hubiese sido nieto de don Santiago Bernabéu. Sabe sufrir, aguantar la subida de la ola, crece en la adversidad, no se rinde jamás... Los compañeros le buscan y él asume la responsabilidad con generosidad y bravura. Yo me hice de niño del Madrid por un jabato que se llamaba Pirri. Ahora los niños se hacen del Madrid de basket por Llull. Héroe.