Dos años y medio en diez minutos

Sacaba pecho Quique en la previa. “Al Celta lo hemos convertido en un rival directo”, proclamaba, recordando que al principio de la temporada ésa no era la pelea de un Espanyol que iniciaba su construcción. Pero, como si el técnico blanquiazul dispusiera de un Delorean, en Balaídos se acortaron los plazos, se tutearon ambos proyectos. El de Berizzo, que arrancó hace dos años y medio, y el propio perico, que sentó las bases el pasado verano. La expulsión de Fontàs seguramente tuvo algo que ver, pero en los diez minutos frenéticos en los que se marcaron los cuatro goles del partido, el defensor todavía estaba sobre el césped y el Espanyol supo reaccionar hasta en dos ocasiones, a los tantos de Iago Aspas y Wass, como si en lugar de jarros de agua fría hubieran sido objeto de sendas descargas eléctricas.

Esa dualidad es la que se ha convertido en inseparable pareja del conjunto perico, que ofrece indiscriminadamente una de cal y una de arena. El estilo cada vez más combinativo en casa y el descarado juego directo fuera, la alegría y el amarre, la ambición por buscar el triunfo contra el conformismo (que no falta de actitud) por un 0-0 inicial o luego contra diez. E incluso, dos equipos distintos del Espanyol simultáneamente, como se vio en Balaídos, con una férrea defensa y un ávido ataque pero sin apenas centro del campo hasta los cambios. En lo que sigue sin tener cal ni arena, sino definitivamente pólvora, es en la imparable pareja Gerard-Piatti, autores entre ambos de 18 goles en 25 jornadas. La efectividad es, sin duda, el gran baluarte de un Espanyol que aspira a Europa, siempre que no salga la de arena.