Pedro Simón

Se nos tuvo que ‘morir’ Torres...

(El diario El Mundo publicó el sábado este artículo de Pedro Simón que hoy reproducimos por su especial interés)

Hay un cuento soberbio de Sergi Pàmies (siempre Pàmies) que comienza así: “Me tuve que morir para saber si me querían”.

Yo ya sabía que a Fernando Torres le queríamos todos mucho, pero hasta las 22:40 horas de este 2 de marzo de 2017 no sabía exactamente cuánto. Allí, grogui, en el suelo, recordando a un sparring de Tyson, no estaba el 9 del Atleti. No. Allí tendido en la hierba estaba el tipo que ocupa el lado derecho de nuestro sofá, el padrino de la niña y el amigo con el que salimos a montar en bici. Así que cuando el jueves Fernando se murió por un rato (porque todos pensábamos que se moría viendo a Giménez llorar y a Fajr rezar y aquella Piedad de Miguel Ángel que era el triángulo Gabi-Vrsaljko-Fernando tratando de que el último no se tragara la lengua); cuando vimos aquello, digo; cuando cayó desde el cielo como un pierrot al que le cortaras las cuerdas de un tijeretazo; cuando Simeone escuchó un crac y nos olvidamos de todo (el tiro al palo, el resultado, la lucha por entrar en Champions, a la mierda todo), entonces, insisto, fuimos conscientes de una cosa: como en el cuento de Pàmies, se nos tuvo que morir cinco minutos para saber lo que le queríamos.

El que se ahogaba inconsciente ha sido como ese hijo que volvía en el anuncio del turrón. Y como era familia mirábamos al teléfono pensando que en cualquier momento sonaría e iban a ser Olalla o ‘el Mono’. Llamando en persona a todos y cada uno de los atléticos: que Fernando está bien, que no te preocupes, que te manda muchos besos, que duérmete ya.

Conocí a Fernando un mes de julio de 2015. Era por una entrevista. Hice una cosa que nunca hago: me llevé a los hijos a la cita. Porque quería que escucharan en persona cosas como las que dijo. “Cuando mis padres me decían que no se podía, ahí se acababa la conversación”. “Yo he vivido toda mi vida en un piso de Fuenlabrada de 80 metros, sé de dónde vengo”. “El ídolo de verdad es la madre que saca adelante a cinco hijos, sola, sin su pareja, trabajando 12 horas al día”.

Este jueves, el mayor, que tenía examen de Historia al día siguiente, me vino en el minuto 85 en cuanto escuchó el grito que di. Pensaba que nos habían marcado un gol. Vio a Fernando, se asustó, volvió al Neolítico, se asustó más.

¿Cómo llevas el examen? -le dije a la mañana siguiente.

-¿Cómo está Fernando? -me contestó. Como si nos hubiese llamado la tita Olalla o el Mono, que es ese pariente que siempre trae regalos.

Por si no estás, por si te cansas de jugar sólo 20 minutos, por si te vas a China, por si acaso no volvemos a coincidir, yo te pienso decir a voces desde la grada lo que te quiero el próximo día. Eso, claro, y pedir la renovación de Vrsaljko.