Campeón en méritos y duodécimo en realidades

Al Elche no le da para estar arriba. Ante el Levante, en el Ciutat, cuajó una primera parte notable, tuteando a un líder intratable durante toda la temporada, especialmente en su estadio. El gol de Nino hizo creer a los franjiverdes en la victoria, en las opciones de meter la cabeza, por fin, en la lucha por disfrutar de un final de Liga bonito. Porque nadie había hablado de la obligación de subir, sino de la ilusión de vivir un final de temporada decente en el que los aficionados tuvieran motivos para acudir al Martínez Valero.

El árbitro no dudó en el primer penalti que metió en el partido a los granotas. Las imágenes no evidenciaron la mano de Borja Valle, pero las tímidas protestas de los futbolistas del Elche me dan que pensar. ¿Por qué esa indolencia? El caso es que el Levante ofreció la sensación de que iba a empatar de una manera o de otra. Y a ganar, porque el Elche es campeón en méritos y duodécimo en realidades. Se empeña en sumar voluntades, pero se olvida de los puntos. Más tarde se hizo el harakiri con un penalti de Dorca derivado de una pérdida inaceptable. Antes de todo eso, después del descanso, Muñiz accionó el mecanismo de la remontada con la entrada de Montañés y Casadesús en los granotas. Acción y reacción, que para eso están los entrenadores, para aportar y sumar desde fuera.

Lo peor es que cuando el rival es mejor, te gana. Y cuando no es superior, a veces también lo hace. Los de Toril necesitan ser infinitamente superiores para sumar un buen resultado, aunque sea con gotas de sufrimiento. El descenso queda ahora a seis puntos y la promoción, a ocho de distancia. Por delante, el último tercio de Liga. Lo mejor es que este viernes hay partido. Siempre queda el consuelo de que la próxima será la buena. En esta ocasión, ante un rival directo: el Alcorcón.