Fueron tres meses bonitos

Cuando el pasado 12 de diciembre la mano de Ruud Gullit le regaló al Nápoles el sueño de jugarse una eliminatoria con el Real Madrid, los napolitanos sabían de sobra lo que le esperaba. Sabían que por mucho que su equipo jugara bien, que diera el alma en el campo, por mucho que el San Paolo apretara... hacía falta suerte. Sin la 'fortuna', eliminar al Madrid se habría quedado en un sueño. Y así fue. El Nápoles dominó el partido durante 50', perdonando un segundo gol que habría merecido y aprovechando la falta de puntería de los blancos. Sin embargo, decidió matarse. Encajar dos goles de Ramos puede pasar, pero dolió la manera. Hamsik y Ghoulam le regalaron generosamente dos córners al equipo que marca más tantos de cabeza. Un suicidio.

El castigo acabó con los sueños de un San Paolo que se había presentado en su versión más caliente, y con los de toda la ciudad. Mertens ilusionó como lo hizo Insigne en la ida, pero luego tocó chocarse con la dura realidad: el Madrid en la Champions se siente tan fuerte que sabe ganarte también sin jugar. El Nápoles está eliminado, pero quedarán para siempre las imágenes de estas semanas: la Puerta del Sol azzurra, la invasión del Bernabéu, el gol de Lorenzo, los niños que insultaban a los merengues pero, a la vez, pasaban horas enteras bajo la lluvia para verlos, la Curva B aplaudiendo a pesar de la derrota... Un trozo de historia para el club partenopeo que, poco a poco, se va haciendo un hueco entre los grandes. Fueron tres meses bonitos.