Neymar y el traspaso de poderes

Una de las pocas cosas, muy pocas, que uno tenía claro en el maremágnum de emociones que se produjo en el Camp Nou después del 6-1, era el partido gigante de Neymar. Muy pocas veces se ha visto tal influencia en los diez últimos minutos de un partido grande. Un tiro diabólico en la primera parte, un carrusel de faltas provocadas, una pillería con Meunier, un pulso firme en el lanzamiento de penalti, sangre fría para recortar a Verratti antes de centrar hacia Sergi Roberto…

Y un detalle definitivo. En el minuto 88, y cuando Messi tenía el alma destrozada y la cabeza abajo (admitámoslo, se sentía perdedor), se quedó solo delante del balón para lanzar una falta que de intrascendente se convirtió en trampolín de una gesta increíble. Hubo un momento en que el Barça iba por un lado y Neymar iba por otro. Son cosas que sólo se pueden advertir en un campo. Se sentía Superman. Nadie, nadie creyó como él. Gigante e incontenible. Pudo ser sólo un partido, pero hacía muchos años que en el Barcelona nadie se sentaba en la misma mesa de Messi para discutir su trono. Pudo ser un partido. Pero también pudo ser, por qué no, el inicio de un traspaso de poderes.