Toni Fidalgo

La MQCH

Con Morán, Ferrero, Eloy y, posteriormente, Villa yo creo que el viejo Molinón nunca vio mejores puntas, delanteros más brillantes, que la tripleta que formaron Megido, Quini y Churruca. La MQCH —si habláramos en los acrónimos deportivos de moda— lideró en los setenta el principio del Sporting más plantado y cumplido de su historia. Megido, Quini y Churruca fueron dos extremos puros y un delantero centro de póster, de calendario. De una tacada, tres internacionales. Megido apabullaba: brillante, insultantemente atrevido. Triunfó y peregrinó, luego, por donde quiso, no por el camino que le habían señalado los dioses. A ‘Pichichi’ Quini —emblema del sportinguismo— su intuición de área, sus remates y goles lo colmaron de entorchados y de gloria y lo vistieron, al fin, de azulgrana; y a Churruca, naturalmente esforzado, naturalmente extremo, su apellido vasco y su calidad lo llevaron a correr la banda de los galgos de San Mamés, después de cumplir cum laude en Gijón y tras haber dejado en caja los dineros para comprar la Escuela de Mareo.

Ahora, cuarenta años después, en una vuelta del camino, la vida los junta y nos junta (servidor incluido) porque con ellos coincidí con la camiseta granate del Ensidesa, en Avilés. Los tres triunfaron en los terrenos de juego. Yo, no; por ello en mi memoria juvenil aún anida aquella vocación frustrada. Tuve que conformarme y envidiarles por Mundiales y Europeos y soñar, desde las tribunas y los palcos, el sueño imposible de dibujar jugadas sobre la hierba. Mas el fútbol que ahora de nuevo nos congrega nunca nos abandonó a ninguno. A mí en esta redacción que me invita a volver al pasado o en la Liga de Futbol Profesional. A ellos, como protagonistas destacados de este maravilloso enredo. Ahora, pasado el tiempo, siempre con un balón bajo el brazo, vivimos de los recuerdos, que al fin y al cabo son comunes, y de la amistad. Coincide además la encrucijada con el año en el que cumple medio siglo de vida AS, el periódico que botaron en la Cuesta de San Vicente los editores Montiel (antes sucesores de Rivadeneyra), patroneado primero por Rafael Rienzi y Manuel Sarmiento Birba y que más tarde, en las manos de PRISA y de Alfredo Relaño, se convirtió en un gran transatlántico.