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Quique fue a la guerra sin fusil

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Aunque desde el vestuario del Espanyol se intentó evitar la connotación de final, desde una fase incluso más interior, las entrañas, la visita a San Mamés era realmente eso: un ser o no ser para saber, a falta de nueve jornadas, si el sueño europeo era real o una entelequia. Y los pericos, pese a que las opciones matemáticas siguen vivas (que no coleando), el resultado y sobre todo la imagen dejan al Espanyol muy tocado para esa batalla. La alineación de Quique pudo resultar revolucionaria, uno de esos ataques de entrenador que a veces se convierten en genialidades, pero se quedó en meramente experimental. En un fiasco. El entrenador perico, que pretende emular en el banquillo blanquiazul a su colega Valverde, fue a la guerra sin fusil. Y no solo por la ya a priori sensible baja de Gerard Moreno.

Más allá del ‘pichichi’, Quique escogió para el duelo más directo de esta Liga, el único en el que perder estaba prohibido, a jugadores poco habituales, como Álvaro, Melendo o Víctor Álvarez, quien solo llevaba 16 minutos en 29 jornadas. Las sensaciones que desprendió el Espanyol no difieren mucho de las de aquel equipo ramplón y excesivamente rezagado que visitó el Bernabéu, y que entonces solo pisó tres veces el área del Real Madrid. Ante el Athletic fue alguna más, si bien las dos únicas llegaron a balón parado: un chut de falta de Álvaro y un cabezazo de David López. Ni los cambios funcionaron. Cuando hasta una zaga inmaculada como la perica comete errores de bulto, más vale echar el cierre. Retirarse a la trinchera, buscar el fusil y despertar para volver a soñar, si antes no suena el despertador.