La piel del oso antes de cazarlo

La piel. Al Barça se le debió poner la piel suave cuando terminó el partido del Bernabéu entre el Madrid y el Atlético. Se abría la gran oportunidad azulgrana de ponerse por encima de sus expectativas. Pero, la plantilla que luego salió a La Rosaleda seguramente estaba haciendo la siesta cuando se produjo esa estimulante noticia. De modo que salió al campo el equipo de Luis Enrique como si tuvieran una pachanga. El partido fue un clásico del descuido azulgrana: parecía todo hecho y quedaba todo por hacer. Derribar a un equipo entrenado por un madridista es más difícil que cruzar las Termópilas de noche.

El oso. Fue un partido clásico de los que el Barça juega fuera de su ámbito. El Málaga hizo lo que debía, adiestrado por un exmadridista, Míchel, que sabe lo que hay que hacer con la trasera de los partidos. El Barça tenía que atacar y el Málaga, defenderse. El oso no fue Messi, el oso fue Míchel, que sabe más que los ratones colorados. Su cómplice fue Kameni, que enseñó los dientes de este oso malagueño para que Suárez supiera lo que vale un peine. Mathieu fue el oso azulgrana, o más bien el oso cariñoso que dejó que un exculé como Sandro se adentrara en la red como quien corta mantequilla.

Cazar. El Barcelona no fue a competir, a cazar, a empatarle al Madrid o a ganarle. Fue a jugar. Y jugó con fuego hasta quemarse. Este equipo tiene glorias en sus botas, pero algunas botas no funcionan cuando tienen que ponerse en marcha frente a osos de tamaño mayor. Que Neymar siga teniendo problemas con las botas parece un chiste de Gila. Que, además, esto ocurra en todos los partidos parece una burda a la inteligencia competitiva del equipo. Y que, por último, no se haya remediado este defecto indica un descuido que sólo explica la mimosería.

Vergüenza. El resultado produce, por las circunstancias en que se desarrolló el partido, vergüenza ajena, que le resta credibilidad al equipo de Luis Enrique y le da a Míchel varios valores. El primero, haber planteado un partido cuya competencia parecía tan desnivelada como la esperanza de ganarlo. El segundo, y aunque no fuera esa, seguramente, su primera pretensión, le dio una gran alegría al sufriente Madrid de la tarde. Míchel es un gran madridista, ahora en tierra de Juanito, que es el alma que pervive en el club blanco. En el alma de Luis Enrique hay contradicciones. Ayer no sólo se enfrentaba al Málaga. Se enfrentaba al Madrid. Y perdió. Parecía que el oso malagueño iba a ser un amable contrincante, fácil de batir. Cuando Cazorla le empató al Madrid en el Bernabéu vistiendo los colores del Málaga, aquel tuit fue celebrado, entre otros, por el actor Antonio de la Torre. Imagino lo feliz que estará leyendo otra vez que, en efecto, no es bueno vender la piel del oso antes de cazarlo.