El mejor árbitro de rugby

“¿Quién es el mejor árbitro del mundo en rugby?”. Si hacemos esa pregunta por la calle, la mayoría de los viandantes nos responderán que no lo saben pero habrán pensado en un hombre. Sin embargo, el mejor árbitro del mundo en rugby es una árbitra.

Así son las trampas del lenguaje, que en el juego de géneros nos hace pensar a veces solamente en hombres y produce la desaparición de la mujer.

La culpa no es del idioma, sino de los contextos. Si digo “seis policías detuvieron a los atracadores”, ustedes probablemente pensarán en seis policías varones (a pesar de que en el sujeto de esa oración no hay ninguna referencia al género masculino). En cambio, si escribo “mañana habrá huelga de profesores de bachillerato”, lo más seguro es que se representen en su mente profesores y profesoras. ¿Por qué? Porque se produce una desproporción entre policías hombres y policías mujeres, pero ésta no se da (o no tanto) entre maestros y maestras.

Sin embargo, el masculino genérico ofrece algunos casos en que no sólo no oculta a la mujer sino que da más importancia a su presencia. Por ejemplo, si decimos “Alhambra Nievas es el mejor árbitro de rugby del mundo”. Porque con esa fórmula se amplía el campo respecto de “Alhambra Nievas es la mejor árbitra de rugby del mundo”, pues en tal caso esta granadina de 32 años solamente estaría en competencia con otras árbitras.

Así pues, la final de la Copa de rugby que se disputa hoy en Valladolid tendrá como árbitra (grafía correcta, según explicamos en este espacio el domingo 1 de mayo de 2016) al mejor árbitro del mundo.

Ese mismo juego de géneros se da cuando escribimos “Lilí Álvarez fue el primer tenista español que jugó una final de Wimbledon”; o “Arantxa Sánchez Vicario fue el primer español que ocupó el número 1 del mundo en tenis”.

Por ello, la oración “Carlos Moyà fue el primer tenista español número 1 de la ATP” resultaría ambigua, pues vale tanto para una referencia exclusiva a varones como para una proyección sobre todos los tenistas (incluidas las mujeres).

Lo mejor, por tanto, sería escribir que “Carlos Moyà fue el primer tenista varón español en ocupar el número 1”. Y al decir “tenista varón” se desprenderá que antes hubo una mujer en ese puesto.

Ya ven la paradoja: aquí la presencia de las tenistas se hace notoria… en un texto sin ninguna palabra de género femenino.