Ay, viejo, qué rápido se pasó todo

Ay, viejo, tu grada ruge y pienso que, seguro, así sonaba aquella noche, la del Cagliari. Sí, tenía que ser así. Koke saca un córner, salta Saúl, ese que hoy lleva el 8 a la espalda, el 8 de Luis, gol. Viejo, qué alto cantas. Cómo lo haces hoy. Tu última noche en Europa, el último derbi. ¿Cómo se pasaron tan rápido estos 50 años? Ay Dios, viejo, espera que Grizi marca de penalti. Que vamos 2-0, que nos queda un gol para igualar al Madrid (Pedro Miguel, Cantu, tú empujaste allá arriba, ¿verdad?).

Escucho el Muchaaachos y me parece oír el pla, pla, pla de tus almohadillas rojas en los 70, viejo. Gol del Madrid pero da igual. Ya estoy subida a tu máquina del tiempo y sólo puedo decirte una cosa: gracias. Gracias por la Intercontinental. Gracias por aquel partido de Futre al United. Gracias por el gol de Vieri al PAOK. Gracias por los de Gárate y Adelardo al Celtic, por el de Saúl ante el Bayern, el de Forlán al Liverpool y los veinte minutos de antes. Que te vas y te los llevas. Que no volveré a ver la Almudena al mirar al oeste en una noche así, mientras tu aire lo llena la voz de la afición. Como ahora, a dos minutos del final, cuando llueve que inunda y ella canta Atleeeti sin que nadie se mueva, como aquella vez de los Rolling en el 82, ¿recuerdas? Pero esto no es lluvia, viejo, no: esto eran los del tercer anfiteatro, que también esta noche se querían despedir de ti.