La foto de Benzema queda para siempre

Pertenezco al amplio grupo de benzemaescépticos si me admiten el palabro. Siempre admiré su clase, condición necesaria, pero no suficiente. Tanto como admiré su clase ("tiene los pies de Nureyev", me dijo Ferrándiz en cuanto le vio) deploré sus largos ratos de indolencia y la protección evidente de que ha gozado por gracia presidencial. Nunca un jugador del Madrid gozó de tanta indulgencia. No lo recuerdo porque no lo hay. Para dejarle paso libre fueron cayendo uno tras otro los competidores en su posición. A nadie se le ha facilitado hasta tal grado la titularidad sostenida en el Madrid. Bueno, si acaso a Bale.

Pero este es el día de aplaudirle y no quiero dejar de aprovecharlo. Su jugada ante el Atlético es de las que quedan. Una jugada de otro partido, lejos de la fiereza con que se estaba jugando el derbi. Vio el resquicio para escoger el saque de banda de Cristiano, cómplice en el arranque de la jugada, y luego afrontó con suavidad torera la entrada de los tres centrales, tres, del Atlético. Se los pasó cerca, se fue a cuerpo limpio. Una maravillosa foto refleja el instante eterno: él, los tres, el anochecer encapotado como telón de fondo de un Calderón ansioso, que vivía su último derbi. Un derbi que iba a terminar con esa jugada.

Saltaron al recuerdo otras. La de Butragueño ante el Cádiz, tras la que Juanito le elevó a hombros. La de Redondo en Old Trafford. La de Guti en Riazor, con el taconazo para Benzema. Jugadas que uno evoca con sólo cerrar los ojos. Ésta gana a aquellas en que ha sido subrayada por una foto excepcional, una imagen fija que reivindica el valor de la fotografía frente a la secuencia televisiva, siempre tan precisa, tan a mano, pero nunca tan bella ni tan contundente. Benzema, los tres centrales, el estadio a punto de apagar su clamor, el anochecer madrileño. Benzema ha dejado una foto para la historia del Madrid. Desde hoy le miraré de otra forma.