El futuro está aquí

Esta vez el Real Madrid ganó en el largo recorrido de la Liga, el que acredita la fiabilidad que el equipo dejaba para las distancias cortas de la Copa de Europa. Es verdad que el gran torneo europeo concede el máximo prestigio y la más amplia difusión mundial, pero la Liga, y muy especialmente la española, revela la verdadera autoridad de un equipo, sin trampa, ni cartón. No hay duda de sus méritos esta temporada. Ha jugado mejor que ningún otro equipo, ha sorteado sin ruido y sin lamentaciones los episodios más difíciles, incluida la derrota frente al Barça en el último minuto, y ha mostrado el potencial que suele anticipar un ciclo ganador.

No sólo ha ganado la Liga, sino que ha abierto una brecha con respecto a su gran rival, el Barça. Es mucho menor la diferencia que ha obtenido el Real Madrid, tres puntos, que la sensación de autoridad que se adivina en el ambiente. Han fracasado numerosos aspectos del Barça, los decepcionantes fichajes y la desafección por la cantera, principalmente, en medio de lo que exige más una revolución que una renovación.

Una formidable época se apaga, con la mayoría de sus grandes futbolistas retirados o en declive, y la realidad le indica al Barça que exprimir a Messi, Neymar y Suárez no le resultará suficiente. Las catástrofes de París y Turín fueron demasiado significativas. Indicaron las carencias estructurales de un equipo que necesita todo aquello que el Real Madrid ha resuelto.

Por primera vez en muchos años, no hay una nube en el horizonte madridista. El club atraviesa por una evidente paz social, ventaja a la que Zidane ha contribuido con la misma naturalidad que en el capítulo deportivo. Al Real Madrid, ni a ningún club, le conviene la inestabilidad, la bronca y la fractura social. El equipo ha jugado bien muchas veces y maravillosamente en muchas partes de la temporada, incluida la más difícil, cuando el combate por el título podía producir fatiga, inseguridad y stress. Le ha favorecido la naturalidad que Zidane ha trasladado al equipo, al club y al entorno mediático.

Son numerosas las ventajas que ha adquirido el Real Madrid esta temporada. Probablemente dispone de la mejor plantilla de su historia, con una mezcla perfecta en todos los órdenes. Las estrellas no han perdido fulgor, los veteranos se mantienen vigentes, los futbolistas de la cantera se han revelado esenciales en los éxitos y todas las líneas están cubiertas por futbolistas de gran categoría. Es casi imposible encontrar una lacra en una plantilla que añadirá a dos de los jóvenes más prometedores del fútbol español: Theo y Marcos Llorente. Todo esto antes de la pesca en el mercado de verano.

A Zidane le corresponde un mérito extraordinario. Ha desmentido uno por uno los prejuicios que pesaban sobre él cuando sucedió a Rafa Benítez. En apenas quince meses como entrenador, ha ganado la Liga, la Copa de Europa, la Supercopa de Europa, el Mundial de Clubes y se apresta a dirigir al equipo en una nueva final de la Champions League. Ha confirmado que la inexperiencia es más virtud que problema. El 90% de los mejores entrenadores de los últimos 50 años han logrado sus mejores éxitos en la etapa inicial de sus carreras.

Como ha sucedido con entrenadores como Miguel Muñoz, Del Bosque o Ancelotti, Zidane ha elegido un perfil amable. Nunca ha pretendido situarse por encima de los jugadores o del club. A su admirable gestión de la plantilla, donde apenas se han advertido tensiones molestas, ha añadido la serenidad para no encontrar coartadas para la queja, con otra consideración añadida: prácticamente todos los jugadores han ofrecido su mejor registro, algunos de manera superlativa. Quizá sea este aspecto lo que define de manera más adecuada el efecto de un entrenador.