El apretón de Dumoulin y el eterno debate

A Pedro Delgado le gusta contar la anécdota de esa etapa llana del Tour de Francia de 1985 en la que Greg LeMond se hizo sus necesidades encima porque, en plena tensión por los abanicos, no pudo parar a aliviarse. No fue el caso de Tom Dumoulin, que este martes sí visitó el prado, cuando ya había comenzado la decisiva subida a Umbrailpass. El apretón le costó más de dos minutos de pérdida y, aunque mantuvo heroicamente la maglia rosa, puede costarle también un Giro de Italia que llevaba bastante bien encauzado. Su persecución posterior reabrió un eterno debate del ciclismo. ¿Hay que ralentizar para esperar a un corredor que sufre una caída, una avería o cualquier otro contratiempo? Dumoulin no recibió ese favor, aunque él sí lo hiciera el domingo cuando Nairo Quintana sufrió una caída y tuvo que cambiar dos veces de bicicleta.

Tampoco se esperó el año pasado a Steven Kruijswijk cuando, también vestido de rosa, sufrió un accidente en un descenso. O, sin ir tan lejos, cuando los Sky rodaron por los suelos en la presente edición por culpa de una moto. Hay miles de ejemplos, en las dos caras de la moneda. ¿Por qué unas veces sí y otras no? En el Tour de 2010, Alberto Contador quedó señalado en Francia por atacar a Andy Schleck cuando se le salió la cadena en el Balès. Unos días después, Carlos Sastre soltó aquella frase de “estamos haciendo del ciclismo una patraña de niñatos”, a la par que recordaba que el pelotón nunca se había apiadado de él. El debate es infinito, pero yo soy de la opinión que, para no caer en agravios comparativos, lo mejor es no parar nunca. Si se aplica siempre el mismo criterio, se hace justicia. Todos iguales.