¡¡¡Alavés, te quieroooo!!!

Jo, qué nervios. El Alavés llegó diez minutos antes que su rival al estadio. Había ansiedad por que la bola echase a rodar. La espera había sido muy larga: desde el 8 de febrero, tras pasar la semifinal ante el Celta. Los llantos del final eran de héroes, de colosos que hicieron soñar a una afición que hace nada se veía en Segunda B. En España no se guardó minuto de silencio por el atentado de Manchester, como ocurrió en Inglaterra. Mientras los vascos se apoyaron en el sonido de los bombos para alentar a su equipo, los catalanes animaron a los suyos a rachas. Los 20.000 hinchas alaveses cantando el himno del club a capela en el minuto 80 emocionaron.

Vídeo motivacional. Celebraciones, emociones, victorias, ánimo y mucho sentimiento albiazul. Esos fueron los ingredientes de Pellegrino antes de arrancar la final, en un vídeo que intentaba enchufar a los jugadores babazorros. Les puso la piel de gallina, pero luego se toparon con una realidad: la de Messi, 25 finales y 26 goles, y el campo que más ama: con 14 tantos cierra su historia con el Vicente Calderón.

Comida en el antepalco. Las directivas de ambos clubes llevaron a cabo el almuerzo de confraternización en el antepalco del Calderón, que echó el telón a su gloriosa biografía competitiva a eso de las 23:25 horas. Degustaron los presentes pulpo, ceviche y solomillo. Al Alavés le gusta atacar en las segundas partes en el fondo de sus peñas; y esta vez encaró en los segundos 45 minutos la herradura azulgrana.

A ver si a la tercera. Dos finales, dos amarguras. No fue, desde luego tan doloroso como la de Dortmund, en la UEFA. Pero escoció. Porque este tipo de partidos es de los jugadores y hay uno, Messi, que come finales. No creo que vaya por Euskadi a recibir un premio a la simpatía. El azote del Athletic y ahora del Glorioso. Al descanso en aquella final contra el Liverpool, el Alavés perdía por 3-1, y luego la tuvo a punto, así que se agarraba a ese antecedente esperanzador.

Muchos atrás. Pellegrino optó por tres centrales. Lo hace contra los grandes y no deja de ser una declaración de respeto. El equipo dio el zarpazo en el Camp Nou con ese formato, pero sí ha asombrado en LaLiga ha sido con cuatro atrás. Cuando movió el dibujo, el equipo se soltó. Gran Llorente, que no debería volver al Madrid a hacer un ‘Morata’.

Gran tifo. Quince minutos antes del encuentro varios niños desplegaron las dos camisetas oficiales de los contendientes. Los seguidores alavesistas completaron la animación con una lona de 600 metros cuadrados que mostraba un boxeador en posición de crochet por delante de una de las primeras formaciones del equipo vitoriano, junto a la muralla de la capital vasca.

Amor eterno. “¡Alavés, Alavés, Alavés te quieroooooo!”, Atronaba el fondo norte, mientras iban desfilando afligidos los subcampeones. Al final, hilera de los jugadores frente a la herradura albiazul y botes, todos de espaldas, con su gente. Deyverson saltó a la platea. Theo prestó su último servicio al club, con un zapatazo que se une a aquel magnífico en el derbi ante el Athletic en Liga. Se abrazó a Enrique Cerezo, presidente atlético. Fuera rencillas: hasta otra, que me voy al enemigo. Por cierto, sólo se arrancaron un par de asientos: quedan para los nostálgicos colchoneros.