Tercer tiempo

Una Copa de más

Me aburre tanto la polémica de los himnos que decidí empezar a ver el interesante Barça-Alavés cuando éste ya había comenzado. Y dejé de verlo en cuanto el árbitro dio el pitado final. Entre otras cosas porque el AS reclama prontitud para las contracrónicas. Pero también porque ya huele a podrido esa costumbre de hacer que el himno nacional juegue al fútbol. En medio, claro, vi el partido. Prefiero una Copa que un himno.

El himno dañado

Sí, prefiero una Copa. Pero no pitaría un himno, sobre todo si es del equipo contrario. El fútbol es una de las bellas artes de la asociación humana. En España no se pitó ni el himno de la Unión Soviética en el franquismo. Ahora tenemos una democracia pero nos gusta rebatirle el himno. ¿Para qué? Los símbolos de los países son telones de sus representantes. Un día tendrían que incorporar las pitadas al himno y se acabó.

La materia del fútbol

Me puse a ver el partido después de escuchar a Bernd Schuster hablando de fútbol (y de toros y de sexo, que de todo hubo) en Alcázar de San Juan, en uno de los foros de la buena vida que organiza la Ser. Lo encontré más flaco, más actor. Con él estaban Valeria Tasso, sexóloga de fama, Jorge Hernández, mexicano, escritor, madridista, exnovillero, Boris Izaguirre, escritor, famoso, y Agustín Díaz Yanes, cineasta. Tela.

Calzoncillos de ayer

Hablaron de toros, que a Schuster se la bufa, como dijo Pablo Iglesias citando a Lope de Vega. Y de sexo, ante el que Schuster prefiere moderación en el habla. Pero los otros hablaron de todo. A Schuster le preguntaron por los jugadores grandes, como Zidane, y por los calzoncillos. La pregunta se la hizo Boris, naturalmente. ¿Eran mejores los calzoncillos de los futbolistas en la época de Schuster?

Erotismo y fútbol

Lo que quería saber Boris era si aquellos calzoncillos eran más eróticos. Naturalmente que sí; de hecho, como se recordó allí, se les llamó “paquetones” y algún “paquetón” salió disparado durante la Quinta del Buitre. Sí, seguramente eran más eróticos, concedió Schuster. ¿Y ahora son más largos por culpa de Qatar”, inquirió de nuevo Boris. Quizá, volvió a responder Schuster. “Todo es una cuestión de dinero”.

El más grande

Le preguntaron a Schuster, esta vez sí, sobre fútbol. En concreto, ¿cuál cree usted que ha sido el último gran jugador? No dudó ni un milímetro: “Zinedine Zidane”. Nadie pasó como él, nadie se resolvió como él, nadie jugó como él. ¿Ni Iniesta? Ni Iniesta. El mexicano Hernández (madridista sin mácula) insinuó el nombre de Messi. Schuster no cambió de posición: Zidane forever. Al fondo se escuchó terciar a Díaz Yanes.

El jugador compás

Con Zidane, de acuerdo, dijo Díaz Yanes, al que todos llaman Tano; fue torero, o apasionado de la fiesta, que no se la toquen. Pero no es fanático. Zidane sí, porque es “jugador de compás”: pasa, como Iniesta, como Messi, juega antes de disparar, no es una fábrica de obuses. A él le gusta este tipo de jugador. Estuvieron de acuerdo. No mencionaron a Cristiano. A Boris le extrañó. Hernández hizo un gesto con la mano, planchándose el vientre.

Vientre plano

Por ahí vino la otra parte de la discusión: ¿tanto gimnasio para qué en el fútbol? Esos futbolistas tan potentes, ¿representan la estética de otro fútbol? A Boris le entretuvo la discusión, también sexual, sobre las depilaciones, que también se dan en el deporte. A Schuster la discusión le pareció, cuando menos, atrevida. Lo vi ponerse las manos en la cabeza: “¡Ay! ¡Dónde va a acabar esto!”