Chile convirtió a Cristiano en estatua

El fútbol de Chile está en su tiempo más feliz gracias a una generación extraordinaria. Cuando con el fútbol no llega, aparece el coraje. Fue impresionante ver el ánimo de Claudio Bravo exhortando a sus compañeros, antes de la tanda de penaltis. Era para estar abatidos. En su arreón final, el árbitro Faghani les había negado un penalti claro, que ni quiso consultar en el VAR, y acto seguido estrellaron dos veces el balón en el palo en una misma jugada. La injusticia unida a la desgracia. Sin embargo, el grupo mantuvo el ánimo y fue a la tanda de penaltis con sangre en el ojo. Arturo Vidal lanzó el primero. Pegó al balón con odio.

Por su parte, Claudio Bravo paró los tres primeros lanzamientos de Portugal con una seguridad pasmosa. Como si se los tiraran niños de diez años. En su tercera parada acabó la tanda: 3-0 para Chile, porque tras Vidal acertaron, con la misma seguridad pero sin tanta violencia, Aránguiz y Alexis. Cristiano Ronaldo, que se había apuntado el quinto, se quedó de piedra en el centro del campo, en esa pared de hombres enlazados por los hombros que forman los equipos para transmitirse ánimo unos a otros. Ya le pasó contra España, en 2012, en Donetsk. El quinto es penalti de responsabilidad, con frecuencia decisivo, pero si no llega...

Mal trago para Cristiano, que está en horas bajas. Ni siquiera se queda al partido de consolación del domingo que no le iba a servir de ningún consuelo. En cuanto a Chile, esperará feliz a lo que salga hoy del Alemania-México tras pasar en ese final hermoso y agónico que redimió, al menos en parte, un partido infumable. Muchos minutos de fútbol espeso, trabado, sucio, en el que jugadores de aspecto patibulario se arremetían, fingían y protestaban a un Faghani que hizo valer su autoridad. Fue, francamente, malo tirando a peor. Pero la tensión de ese final queda para el recuerdo.