Ante el tercer año de Casillas

Ante el tercer año de Casillas

El segundo año del deportista profesional es el más difícil. Suele ser el que define su futuro. ¿Y por qué es difícil? Porque las condiciones cambian bruscamente. El joven triunfador pierde la efervescencia propia de su primer año, pierde también la indulgencia de la crítica y le abandona su condición de benjamín, de mascotilla de grupo, para convertirse en uno más. Pierde también la fascinación inicial por todo lo nuevo que va encontrando y empieza a vivir su deporte como profesión, como rutina. Cambian todas sus referencias de golpe.

Viene esto a cuenta por el caso de Casillas, cuya segunda temporada refleja exactamente esa situación. No fue tan buena como la primera. No fue mala, ni mucho menos, pero acabó metiendo a Del Bosque en dudas. Tanto, que terminó el año concediéndole a César el honor de formar el día del alirón y ha empezado esta colocándole en la foto del día de la presentación de Zidane. Nada que objetar. César es un buen portero y tiene su oportunidad. Lo único feo que hizo Del Bosque fue quitar a Casillas justo a raíz de la eliminación ante el Bayern.

¿Y ahora? Su futuro, simplemente, depende de él. De que alcance un grado de excelencia en la pretemporada que le permita recuperar la confianza de Del Bosque. De que si no es así, sepa mantenerse firme y seguro de sí mismo desde el banquillo, sin desplantes y sin abandonar la mejoría en los entrenamientos. Yo veo en él la mejor promesa en la portería española desde Iríbar, pero para llegar a ser grande hay que superar contratiempos. Casillas está sufriendo los primeros de su carrera. De cómo los sobrelleve dependerá su éxito en el futuro.