País de campeonas

Joane Somarriba ha vuelto a ganar el Tour. De nuevo, todo el protagonismo para una mujer española. Lo que antes era un hecho excepcional -hablamos de 1992 hacia atrás-, se contempla ahora con toda naturalidad. La discriminación de la mujer en el deporte pertenece al pasado. Y ahí están los resultados. La mujer consigue tantos éxitos, si no más, que el hombre. En los pasados Mundiales de atletismo, el equipo español regresó con tres medallas; dos de ellas las ganaron Marta Domínguez y Niurka Montalvo. Y el año pasado, el atletismo español volvió de Sydney con una sola medalla, la de María Vasco.

El año 1992 marcó el punto de no retorno hacia siniestras épocas en las que la mujer tenía hasta prohibido hacer deporte en España. Ese año, Blanca Fernández Ochoa se subía a un podio olímpico y, meses más tarde, Miriam Blasco pasaba a la historia como la primera española que se proclamaba campeona olímpica. Desde entonces, el plano de igualdad en el que ha competido la mujer le ha permitido establecer récords no superados por los hombres. Nadie ha ganado más medallas (4) en los Juegos que Aranxta, ni nadie ha ganado más oros (2) que Theresa Zabell. En nuestro deporte, los triunfos también tienen nombre de mujer.

Somarriba no es una excepción. Ni siquiera en ciclismo, porque Margarita Fullana es nada menos que medallista olímpica de mountain bike. Están también las atletas, las gimnastas, las judocas -¿qué hombre puede presumir de tener la triple corona como tiene Isabel Fernández, campeona olímpica, mundial y europea?- nuestras jabatas del hockey, las jugadoras de balonmano y baloncesto que han convertido al L'Osito, Mislata y Sandra en los mejores equipos del continente, está Sheila Herrero, una multimedallista de Guinness, Nina, que ha encontrado más facilidades para nadar aquí que en Rusia... País de gorditas, no. De campeonas.