Argentina, sin jugar bien, sigue respaldando lo que pienso desde hace días, que va a ser campeón de esta asquerosa Copa América. De lo malo, es lo menos malo debido a las condiciones individuales de los jugadores. Hubo seis goles en el partido ante Uruguay cuando antiguamente un clásico del Río de la Plata salía 0-0 o 1-1; pero entonces, los jugadores eran más vivos, amaban más la profesión. Vi un clásico sin picardía. Uruguay sigue siendo la selección de 1930, te cagan a patadas porque se creen que te pueden ganar a base de dureza. Y no se dan cuenta de que aquí se gana produciendo fútbol, aunque es cierto que en ocasiones haya que echarle carácter al asunto. Ganaba 1-0 y en dos minutos se liaron a dar patadas a DAlessandro, un pibe que se busca las patadas él solito, pisándola en el medio del campo, donde no se debe. En dos minutos, un penal de boludo y un error del arquero, que se tragó el balón, puso en ventaja a los de Bielsa.

Eso no quiere decir que Argentina no ganara bien. Apuesta por las condiciones individuales cuando tres meses atrás era un equipo organizado, tipo europeo. Ahora Bielsa se olvidó del esquema que quería imponer y da prioridad a la gambeta y a la pared. El técnico está con miedo. Sabe que si no gana, lo vuelan. Si gana, tiene el respiro y así llega al Mundial de Alemania. Brasil ha traído un equipo B y no parece rival. Pero dicen los sabios que nunca debes cruzarte con el organizador, y ahora Argentina se mide a Perú en cuartos. Un duelo que nada tiene que ver con aquel del 78. Ni por jugadores, los Passarella o Kempes, ni por el técnico. Entonces estaba el fumador Menotti al frente. Hoy está uno que toma agua y no mira el partido.