El FBI y la mejor carrera de la historia

Una vez cada cuatro años, el mundo se detiene para saber quién es el hombre más rápido. Entre el sofisticado bosque de especialidades deportivas que representan unos Juegos Olímpicos, la carrera de los cien metros lisos deslumbra por su sencillez. Ocho hombres, ocho calles, una meta cien metros más allá. Al otro lado de la pantalla, más de media Humanidad, en busca de una emoción única. Anoche mereció la pena más que nunca: fue la mejor carrera de la historia. La más rápida. Cuatro corredores bajaron de 9.90 segundos. Y hubo ganador sorpresa: Justin Gatlin, por delante de los favoritos, Greene, Powell, Crawford...

Una ausencia en la carrera: Kenteris, el velocista griego que se constituyó en un folletín en los primeros días, con su mal disimulada fuga de los médicos de la AMA, enmascarada en una farsa peliculera que nadie creyó, y que la fiscalía ahora desmonta. Mintió y paga por ello. Pero ayer no pude por menos que pensar que si llega a estar bajo la protección del FBI, como varios de los que corrieron anoche, eso no lo hubiera pasado. Porque los atletas americanos recibieron hace pocos días, en su concentración de Creta, la visita de los médicos de la AMA. El FBI les interceptó, les retuvo y finalmente les liberó pero sin dejarles hacer su trabajo.

Su trabajo era comprobar si el equipo americano está limpio. Viendo los pectorales del fantasmón Crawford, y sabiendo que trabaja a las órdenes del ex técnico de Marion Jones y Jim Montgomery, la pretensión de la AMA me parece razonable. Pero el equipo americano juzga que con la depuración que ha hecho en su seno (y la ha hecho, ciertamente) es suficiente, y que para resolver enojosas investigaciones tiene el parapeto del FBI. Desde luego que yo disfruté la carrera, y que aplaudo y admiro al ganador. Pero no deja de resultarme frustrante que la campaña antidoping de Rogge haya dejado suelto este cabo tan importante.