No le quise y ya le echo de menos

No le quise y ya le echo de menos

Simeone me pilló joven. Durante su época gloriosa en el Atlético, yo tenía entre 17 y 20 años. Ya saben, etapa idealista y romántica. Mis gustos iban por otro lado. El arte y el talento siempre por encima de la entrega y la fuerza. Incluso por encima del resultado. Defendía (y defiendo) que Magic y Bird eran mejores que Jordan. Indurain jamás me provocó la décima parte de emoción que Perico. Siempre esperé que Conchita vapulease a Arantxa. En el santoral rojiblanco, estuve sucesivamente enamorado de la velocidad desmelenada de Futre, de la elegancia desganada de Schuster, del talento desaprovechado de Caminero y de la magia de Kiko. No les voy a engañar, Simeone me caía antipático y no lloré su marcha.

Craso error. Aprendí a valorar al Cholo en su ausencia. Viendo a un Atlético sin alma ni valor arrastrarse hasta el descenso, sin nadie capaz de pararse frente al tren descarrilado. Él lo hubiera hecho. Luego, volvió siendo la mitad de lo que fue y muchos le criticamos duramente. Él dio una lección de profesionalidad, de cómo encajar con estilo. Ni una mala palabra, ni un mal gesto. En septiembre, Ferrando me dijo "con cinco años menos, Simeone sería el mejor futbolista de la plantilla". Por desgracia, tiene 34 y quiere acabar su gran carrera como merece: jugando y en el otro club de sus amores, Racing. Esta vez, sí me emociona su adiós. No está tan mal hacerse mayor.