Pezqueñines no gracias

Pezqueñines no gracias

Esta especie de pederastia futbolística debe ser consecuencia de lo vacíos que están algunos cargos en el organigrama de un club. El secretario técnico o director deportivo de turno oye hablar del nuevo Maradona de turno de no sé qué equipo, y se lo acaba vendiendo a su presidente para fardar de que tiene controlado hasta el último recién nacido de este planeta. Estúpido, pero comprensible. Lo que se entiende peor es que todavía haya presidentes que piquen y que piensen que eso es trabajar para el futuro de su club. Tenemos tantos ejemplos, y sin ir más lejos en esta páginas el de Patri, de grandes promesas que quedaron en nada, que resulta ridículo pensar que la salud deportiva de tu equipo dentro de unos años va a estar en manos de niños que ahora tienen 10 años.

Ya es difícil acertar con juveniles como para acertar con alevines. Sacarlos de su casa, alejarlos de su familia y soltarlos a un mundo nuevo en el que su personalidad se irá forjando sólo a golpe de balón, no es sólo un riesgo para el futuro futbolista, sino una probabilidad de fastidiarle la vida a una persona. Si todo el empeño que algunos ponen en descubrir diamantes por pulir en otras canteras lo pusieran en rastrear bien su ciudad y cuidar su propia cantera, no pasarían estos infanticidios de los que más o menos todos los clubes son culpables.

Qué hace un inglés de siete años en el Real Madrid? ¿Qué hace el Barça detrás de Lamela con 12 años? ¿Y ahora el Valencia con este chaval de nueve años? Si se hiciera por sacarles de la pobreza y darles una educación, me parecería estupendo, pero se hace por el interés, y de otra manera es algo parecido a los niños que por cuatro centavos hacían los balones con los que juegan nuestras estrellas en los países más pobres del mundo. Allí se explotaba su trabajo, aquí se quieren explotar sus sueños. Debes dejarlos crecer.