El arte de la vulgaridad en el fútbol

El arte de la vulgaridad en el fútbol

Me da miedo el partido de esta noche ante el Numancia. El Atlético ya se ha empeñado a lo largo de esta temporada en dejar claro el calibre de su vulgaridad en el terreno de juego. Ante los conjuntos grandes que intentan jugar al fútbol tiene más posibilidades, como sucedió en Barcelona: defensa heroica y patadón hacia arriba a la espera de que el mago Fernando Torres saque su chistera. En cambio, cuando el rival es similar a sus características, la igualdad de fuerzas es evidente. El Levante se lo comió con un jugador menos y ahora toca temblar ante la gente de Soria. Los de Máximo Hernández vienen sin presión, saben que no tienen nada que perder y ya en la cita liguera hicieron sudar más de la cuenta a los rojiblancos. Confianzas las justas ya que, por desgracia, en el Calderón desde hace muchos años vivimos al borde del infarto por los espectáculos semanales que presenciamos.

Soñar no cuesta nada y es justo que los aficionados atléticos se vean en otra final copera. El problema es que las credenciales futbolísticas son más bien escasas contra Athletic, Betis y Osasuna, que simplemente en el apartado físico parece un huracán con respecto al potencial madrileño. La suerte es que el muro de Perea y Pablo puede seguir obrando milagros y, a lo mejor, se potencia más la conexión de Ibagaza con el Niño, que debía ser vital este año y que ha funcionado en escasas ocasiones, por ejemplo, el día de la final de la Intertoto contra el Villarreal. Aparte de los contencioso de la venta del Calderón, es urgente una mayor claridad en la exposición, lo realmente importante es que la entidad tiene que recuperar de manera inmediata su prestigio. Ahora mismo ya no asusta a nadie, salvo a su propia plantilla que cada domingo que pasa tiene una mentalidad más perdedora.