El Madrid cantó las diez de últimas

El Madrid cantó las diez de últimas

El triple de Herreros en Vitoria, culminación de una tensa, hermosa, polémica e inolvidable serie final, envía al madridismo con buena cara al verano. Los duelos con pan son menos, y las derrotas del fútbol con éxitos en el baloncesto también son menos. Eso lo sabía bien Bernabéu, que cubrió la decadencia de su equipo imperial de Di Stéfano, Puskas y Gento con la creación de un gran equipo de baloncesto, acaudillado por Ferrándiz, que ganaba copas de Europa con regularidad. Ahora otra vez el baloncesto acude en socorro del club, justo cuando más olvidado lo teníamos, y cuando más ambiciosas eran las aspiraciones del equipo de fútbol.

Florentino no es un apasionado del baloncesto, pero ahora sabrá ser agradecido con la sección. Después de dos años sin más éxito en fútbol que ese ascenso, ayer, del viejo Castilla a Segunda, esta Liga, y la forma dramática y espectacular como ha sido conseguida, le harán ser agradecido con esa sección, seguro. Porque no se trata sólo de ganar, sino de la forma en que ganó. De su resistencia a la derrota, de su lucha hasta el último estado, de esa mezcla de agonía y optimismo que siempre fue característica del club. Justo la virtud que le falta al equipo de fútbol. La más estimada por la gran masa del madridismo, que agradecerá también esto.

Lo necesitaba el Madrid. Y tampoco será malo para el baloncesto, que ha perdido plano en el fervor popular. El Madrid arrastra mucho y un buen Madrid es una de las cosas que le faltaban al baloncesto. Maljkovic lo ha conseguido y merece todo reconocimiento. Llegó a un Madrid que tenía más olvidado al baloncesto que nunca, más idolatrado al fútbol que nunca. Llegó a un equipo perdedor en el que había ocurrido lo peor posible: que ya a nadie le importara que perdiera. Ha dado la vuelta al calcetín en una temporada. Se merece esta alegría, como se la merece Herreros, testigo y protagonista de esa larga decadencia a la que puso fin con un triple mágico.