La gesta de ayer pasará a la historia de la Vuelta a España. Una obra de arte en su concepción y, sobre todo, en su ejecución. Cuando se hable del récord de Roberto Heras, de su cuarta conquista, se recordará la épica jornada de Pajares. La hazaña llegó en plena lluvia de críticas al Liberty, dentro y fuera del pelotón, porque con su estrategia estaba llevando a la sillita la reina a Denis Menchov. Manolo Saiz cambió de táctica, ofreció un bello espectáculo, sentenció la carrera y, de paso, acalló bocas y plumas... Aunque yo creo que, más bien, dio la razón a quienes le instaban a caminar por otra senda. Me recordó al Tour de Francia de 1991, cuando el Banesto, en medio de un fusilamiento de críticas por no haber atacado camino de Jaca, sacó al día siguiente a su tanque Miguel Indurain y lo vistió de amarillo en Val Louron por primera vez en su vida. Benditos desquites.

Heras y el Liberty son hoy héroes. Pero en el deporte, cuando unos ríen, otros lloran. No puedo evitar pensar en Menchov, que ayer se llevó la mayor bofetada de su vida ciclista. Hace unos días le vi fotografiándose con unos aficionados de Navarra y su sonrisa inundaba la meta. Ahora, el ruso llora. Pero no debes recriminarte nada, Denis. Tú no has perdido esta carrera, sino los responsables de tu equipo, el Rabobank, que han despreciado a la Vuelta y a tu candidatura.