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Entre Depor y Madrid hay un mundo

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Dos caras del fútbol en un mismo partido. Un equipo pleno de vigor, de ganas. Con un plan, con apoyos, con voluntad al servicio de una idea, con solidaridad, con entusiasmo dentro. Con gente en su papel, unos a quitar, otros a crear, todos comprometidos. Eso fue el Depor, cuyo fútbol serio y correoso se iluminaba al llegar a Munitis, la estrella de la compañía que, dicho sea de paso, corrió tanto o más como el que más. La otra cara fue el Real Madrid. Todo lo contrario. Un equipo vacío, sin plan, sin energía, sin juego, sin nada. La casta de Sergio Ramos, al que esperan, supongo, días mejores en este equipo. Y nada más.

Este Madrid hace años que es Ronaldo y diez más. Cuando no está Ronaldo, quedan los otros diez. Uno de ellos, Casillas, suele hacer milagros que salvan al equipo de los desastres que le amenazan con frecuencia, pero ayer no fue uno de esos días. Ayer Casillas no le quitó ningún gol a su equipo, que se llevó tres, un número que ya resulta lacerante, por más que Raúl a última hora amortiguara un poco la diferencia. Pero la derrota queda, retrasa al Madrid y confirma que la plantilla está mal hecha, que hay puestos sin doblar (uno de ellos el tan esencial de delantero centro) y que el grupo acusa los años en la convivencia.

Noche feliz para Caparrós, un entrenador de mérito. Se hizo una carrera en Sevilla, pero Del Nido no agradeció su tarea. El encargo que aceptó este año era de aúpa: un Depor de regreso de sus mejores días, con una inercia de caída. Lo ha transformado. No es el equipo deslumbrante que fue, pero es un equipo físico, convencido, serio, que sabe sacar lo mejor de sus jugadores de más nivel, con Munitis y Valerón a la cabeza. Una tarea bien hecha. Un contraste con ese Madrid que Luxemburgo no termina de poner en pie, porque cuando parece que ya lo estaba haciendo va y se lesiona Ronaldo y entonces todo se desmorona.