Era perfecto física y tácticamente

Era perfecto física y tácticamente

Nunca olvidaré la primera vez que disfruté con Gullit. En realidad lo sufrí, porque dio una exhibición ante España con golazo incluido, en aquella derrota 2-1 en 1983 que nos alejaba de la Eurocopa de Francia. Un Gullit todoterreno, que ya asomaba como el "todocampista" en el que se convertiría años más tarde en el gran Milan de Sacchi. Para España todo acabó bien con los doce goles a Malta, pero Gullit nos había destrozado con un golazo desde media distancia y un despliegue impresionante. Había abandonado el Haarlem poco antes y ya vestía la camiseta del Feyenoord. Luego lo ganó casi todo como jugador. La Eurocopa 88 con otro gol muy suyo en la final a la URSS, llegada al área y cabezazo implacable. Las dos Copas de Europa en sus seis temporadas como milanista, con lecciones de fútbol ante un gran Real Madrid o el Steaua en la final de Barcelona. Más de cien mil personas llegaron desde Milán aquella noche.

Su fútbol era un desafío constante a la perfección física y táctica, un despliegue inteligente de fortaleza y técnica con la pelota. Como técnico fue él quien empezó la revolución en el fútbol inglés. Ahora que Mourinho, Benítez o Wenger lideran los banquillos de la Premier, conviene recordar que fue Gullit el primer técnico no británico en ganar un torneo en Inglaterra, aquella Copa inglesa del 97 con el Chelsea de Zola, Di Matteo y Vialli. Todo empezó en Gullit, un tipo capaz de dedicar al entonces encarcelado Nelson Mandela sus dos títulos como mejor jugador europeo y del mundo el mismo año. Sólo Platini y Rossi lo habían logrado antes. Un grande entre los grandes Ruud Gullit.